Cuerpo e imagen
Sara Wajnsztejn
¿Quién podría dudar que
los cuerpos se prestan a la domesticación educativa, que son efectos de
discurso, productos de un arte que opera por medio de las imágenes y los preceptos propuestos e impuestos?[1]
El individuo orgánico que soporta al sujeto hablante
representado por el significante no es lo que denominamos “el cuerpo”. Tenemos
en juego tres términos: el organismo
viviente, objeto de la biología, el sujeto
definido por su habla y su cuerpo,
éstos dos últimos, objetos del psicoanálisis en tanto se relacionan a los
síntomas que en él se constituyen.
Casi todos los afectos tienen respuesta corporal. Desde la
descarga de adrenalina, el nudo de angustia, el temblor en las manos, las
piernas que flaquean, los latidos del corazón, las lágrimas, etc.
El afecto pasa por el cuerpo y perturba sus funciones, pero,
¿proviene de él? La cuestión sería poder saber quién es el que afecta y quién
el afectado.
¿No es más bien el lenguaje quien afecta al cuerpo viviente, un afecto que es efecto y que repercute en
toda la gama de satisfacciones e insatisfacciones del sujeto?
El cuerpo es lo
imaginario ha
planteado Lacan en varias oportunidades. La imagen narcisista, sobre la que
puso el acento el estadio del espejo, se presta a la primera de las
identificaciones en que el hablante puede reconocerse.
Por otra parte, esta imagen no es el reflejo de la forma
natural, sino que está cargada en cada civilización de todas las
significaciones y normas del discurso.
A esa imagen construida por lo simbólico, modelada por el
discurso, se agrega además el cuerpo pulsional y por lo tanto el goce, que
perturba la homeostasis orgánica, porque para gozar hace falta un cuerpo.
En síntesis, lo primero que afecta es el lenguaje y lo afectado
no es sólo el cuerpo imaginario, sino su capacidad de gozar.
Si bien clínicamente cuerpo imaginario, simbólico y pulsional
están anudados, no pueden separarse, a los fines de esta transmisión, me
detendré hoy, solamente en la consideración del cuerpo imaginario.
El Estadio del Espejo.
El estadio del espejo, donde el sujeto es permanentemente
capturado y cautivado por su imagen, es el momento de formación del yo a través
de la identificación con la imagen que asume como propia.
Sin embargo, sabemos que este proceso nos enseña cómo el yo
es también producto de desconocimiento al indicar dónde el sujeto se aliena en
su propia imagen o en la del otro.
Este momento especular representa la introducción del orden
imaginario, lo cual, hace aparecer de modo simultáneo a lo simbólico, pues es
el adulto quien lleva y sostiene al niño en este tránsito que el espejo
permite.
Cuando el niño asume la imagen como propia, se da vuelta
hacia el Otro en busca de su asentimiento.
Por un lado el niño ve su propia imagen unificada, saturada y
completa en el espejo, pero la presencia del Otro, lo hace percatarse del hecho
que esa imagen es falsa.
Esta cuestión lo lleva a permanecer fragmentado y atravesado
por el deseo de completud instaurando así, la falta que lo subjetiva y
dando origen a la temporalidad propia de lo imaginario: anticipación-prematuración.
Es aquí donde la realidad se desdobla y el espejo muestra
cuán endeble se presenta, en la medida que a la menor provocación se fractura.
El infante se identifica con la imagen de su cuerpo en el
espejo y bajo esta perspectiva la existencia se funda “fuera del infante”.
El cuerpo se le presenta como lo otro, como la alteridad
radical del sujeto. Desde ahí el cuerpo se anuncia como la otredad al estar
mediado por el Otro, siendo éste en tanto lenguaje, el medio por el cual el
sujeto podrá ubicarse en el campo de los espejismos yoicos.
La importancia del estadio del espejo está ligada al hecho de
ubicar lo inacabado del humano en el momento de su nacimiento, su estado de
prematuración que le impide ser independiente del Otro. Situación que nos
confronta con la falta como causa.
Como decía anteriormente, para Lacan, el yo es una función de
desconocimiento, lo cual se diferencia del planteo freudiano de un yo que se
funda en el sistema percepción-conciencia.[2]
Sin embargo, hay un esquema en el texto de Freud donde coloca
junto al yo, al ello, al sistema percepción-conciencia y al preconsciente; una placa auditiva, dándole importancia a
la palabra escuchada como parte fundamental en la constitución de este aparato.
Es la palabra que se inscribe y sirve de soporte para que el
infante se identifique con lo dicho por el Otro acerca de esa imagen.
Esta placa auditiva colocada por Freud y que Lacan no retoma,
permite pensar el desdoblamiento de la realidad, a través de la función del
estadio del espejo acompañado por la voz del Otro, que tiene una función
análoga a la mirada. Es decir, no sólo captura la imagen del niño en el espejo,
sino que también queda capturado por el dicho del Otro en esa misma imagen
acústica.[3]
Lo interesante es que la identificación no se reduce a la
imagen, sino al sujeto experimentando los efectos de esta palabra sobre la
representación. Dicha identificación se produce a causa de algo que el espejo
no devuelve: lo no especularizable,
como el falo y el objeto a.
El Estadio del Espejo
propone una novedosa lectura del narcisismo freudiano a partir del valor
formador de las imágenes.
Esto último, así como la función de señuelo en las conductas
de lucha o pavoneo sexual, le proporcionó a Lacan una base sólida en la que
insertar su demostración acerca del carácter particular de la captura especular
en las identificaciones formadoras de la función del yo, en su doble vertiente,
especular y social.
Es decir, como gestalt del
propio cuerpo y como asiento del lazo a los otros, de lo que se deduce que el
inconsciente no es colectivo, pero no carece de lazo de lenguaje.
Además es fundamental tener presente el carácter libidinal de
la imagen narcisista, que engendra la pasión y ejerce la opresión. Tanto los
fenómenos de atracción erótica como los de tensión agresiva anidan en la
captación que opera la imago en el sujeto.
Un breve rodeo en torno a algunas corrientes artísticas permitirá pensar acerca del carácter engañoso
de la imagen especular y su relación con la adolescencia hoy.
El Accionismo Vienés es
un movimiento que surge en Viena en 1960, considerado por algunos como antecedente del Body-art.
El principal representante de la también llamada estética negativa fue Günter Brus, quien
pretendía la ruptura con la representación, como un intento extremo de
encontrar la verdad en el arte, supuestamente amordazada por la identidad
engañosa construida en el espejo. Su objetivo era el fin del arte como
contemplación, como reflexión, como conocimiento.
Él creía poder dejar atrás la función del cuadro como
ventana, por eso ubicó el caballete en el suelo y se opuso a las reglas de
composición para ampliar el espacio más allá de la restricción impuesta por el
lienzo o la hoja de papel. La limitación de los colores al uso del blanco y
negro, también perseguía el fin de la anulación de “lo ilusorio”.
El siguiente paso fue una pintura “a la redonda o por todos
lados” en habitaciones con papel. La acción pictórica consistió en manchar la
habitación y su propio cuerpo dando lugar al “arte corporal”.
Ni representación ni narración, abogaba sólo por la presentación, por el arte en el espacio
y el tiempo reales. Introdujo el cuerpo real como elemento de la acción
artística.
En una acción en la que interviene su mujer, intenta
redefinir el papel del modelo a partir de la fusión de la pintura y el
acercamiento en un juego espontáneo hasta quedar cubiertos ambos cuerpos (el
artista y la modelo) de pintura.
A partir de esto las acciones serán cuidadosamente preparadas
por Brus, guiado por un concepto dramático que ha quedado plasmado en
fotografías y películas.
Otro paso fueron acciones delante del público para
escandalizar, ofender o ultrajar. Según los accionistas vieneses el arte debe
conseguir transformar un estado de cosas.
En el Paseo Vienés,
Brus, cual pintura viviente, recubierto por una mezcla de pintura blanca,
harina y agua con un trazo negro que le atraviesa de pies a cabeza se desplaza
por destacados lugares de la ciudad de Viena, en una especie de escenificación
del sujeto tachado, prueba visible de su culpabilidad. En una de las fotos se
puede ver al artista junto al policía que acabará deteniéndolo por alterar el
orden público.
Con este acto consigue su objetivo: su denuncia de la hipocresía
de todos los semblantes del amo, en especial, el estado austríaco, que se había
levantado con renovados bríos luego de haber participado del exterminio de los
judíos. Sobre esta vergüenza sepultada, se festejaban los valores patrióticos y
tradicionales cuya mentira Brus intentaba desmontar.
http://history-is-made-at-night.blogspot.com.ar/2013/03/a-bigger-splash.html
Sus acciones fueron in
crescendo, llegando a mostrar los efectos mortificantes del significante
sobre el cuerpo, explícitamente martirizado.
Su reflexión va más allá de la provocación, del escándalo,
dando a ver la presencia real de la obscenidad, la inmundicia de un cuerpo sin
su envoltura simbólica, sin la decencia que otorga velar ese real al conseguir
alojarlo en un semblante.
Brus se escenifica como víctima, dando a ver que el cuerpo,
liberado de las constricciones, de los semblantes, de las ficciones a las que
considera falsas y mentirosas, se reduce a la carne sin subjetividad. En ese
trayecto se encuentra con una paradoja: su radical anti-arte muestra entonces
un cuerpo y sus secreciones, abierto a las humillaciones, pura mueca de
desesperación y abandono. Despojado de su singularidad, de todo pensamiento, de
toda representación, se elimina toda dimensión del ser.
http://pertsona.blogspot.com.ar/2009/06/gunter-brus-ardning-austria-1938-fue.html
Justamente es en ese terreno en el que afronta las paradojas
de su posición hasta el absurdo, que tendrá como consecuencia el abandono de
esta vía con su última acción Prueba de
resistencia en 1970. A diferencia de otros accionistas como Rudolf
Scwarkloger que llegó a la automutilación frente a la cámara fotográfica y
acabó por suicidarse a los pocos días.
Brus, en la encrucijada de la imposibilidad de acceder a lo
real propiamente humano, pretendiendo alcanzar otra verdad atacando los
símbolos, finalmente habría comprendido que ésta sólo se atrapa por la
modalidad en que se logra cernir lo verdadero, como mediodecir. Siendo el arte un modo de alcanzar lo real por lo
simbólico, su eficacia no radica en la vía del ataque a los símbolos, sino
haciendo uso de su potencialidad creadora.[4]
En otra oportunidad y en relación al tatuaje planteé algunas
cuestiones en relación al body-art y sobre todo al carnal-art, cuya principal
representante es la artista Orlan, en quien no me detendré hoy.
Sí haré una breve mención del Net.Art o Acciones On Line.
Los artistas que pertenecen al grupo propugnan que en el
siglo XXI el cuerpo es obsoleto, por lo cual investigan la potencialidad
creadora de los soportes tecnológicos en cuanto a movimientos y percepciones
por fuera de las limitaciones corporales.
Las obras no son sólo objetos
(páginas web) sino también procesos
(acciones en la red). Como cualquier performance,
el tiempo es el tiempo de la acción. Luego quedan registros en el gran archivo
de Internet. Una serie de estas Ephemeral
matches online se organizó en México en 2002, un combate entre artistas mediáticos usando como arena el espacio en
red, sin reglas y en tiempo real.
Algunos exploran las relaciones entre el cuerpo y las nuevas
tecnologías a través de las interfases cuerpo-máquina.
http://www.artpractical.com/profile/stelarc/
El australiano Sterlac invierte el proceso habitual de
transmisión, el actor está conectado a sensores y sometido a los avatares del
mecanismo sujeto a su cuerpo. Recientemente ha presentado una escultura llamada
Stomach que sólo puede verse a través
de endoscopía, produciéndose un efecto que oscila entre lo monstruoso y lo
violento.
http://photographicskillsb-keeleythomas.blogspot.com.ar/2012/01/stelarc.html
Las propuestas artísticas comentadas parecieran aludir a un
arte de la desublimación que intenta
bosquejar lo monstruoso, lo incontenible, aquello que es insoportable en
nuestra experiencia de la realidad.
Simón Critchley ha señalado que el corazón de cualquier respuesta
artística al presente, debiera ser el cultivo de lo monstruoso y su afecto
concomitante: en concreto, el asco.
El asco como registro visceral de una monstruosidad. El asco
que sentimos sólo podría provocarnos rechazo o repelernos: también podría despertarnos.[6]
La adolescencia hoy
En otras oportunidades, planteaba tomando una cita de Alexander Stevens que “la adolescencia es la respuesta sintomática posible que el sujeto ofrecerá”.
Es el arreglo particular con el cual organizará su existencia, su relación con el mundo y su relación con el goce.
A diferencia de lo que ocurre en el reino animal, en el humano el lazo social implica un cierto uso del lenguaje. Ese uso permite resolver un problema que se plantea a cada uno desde el inicio: ¿cómo alojar su singularidad en lo común? ¿Cómo alojarla, por una parte, sin sacrificarla a los otros, bajo el pretexto de hacerse aceptar, amar, desear, etc. y por otra parte sin que el colectivo estalle en pedazos ante la roca de las singularidades?
Este doble problema se plantea a cada uno, y no hay una única solución que valga para todos.
El síntoma, es una de las soluciones posibles. Sin embargo, el adolescente de hoy se caracteriza por respuestas asintomáticas.
Las Luces y la neurosis caracterizan a la modernidad. La caída de la autoridad y el rechazo de la castración, además de la caída del prestigio de los grandes relatos susceptibles de ofrecer un sentido a la existencia, parecen inaugurar otra época que podríamos llamar “contemporánea” tomando prestado el nombre de los movimientos artísticos actuales.
El lazo social contemporáneo parece dejar florecer las fobias de todo tipo: fobia social, del semejante, del extraño, de lo nuevo, de la comida, de la ciencia. Son numerosos los que abandonan toda relación sexual en provecho de satisfacciones virtuales, por ejemplo.
Además el saber no promete ya responder a las preguntas que conciernen al sentido de la vida y al ser del sujeto perdiendo su poder erótico (el rechazo escolar se extiende), las materias científicas son abandonadas, los oficios de la enseñanza resultan indiferentes, etc.[7]
Intentemos un esbozo de posibles respuestas:
Hay quienes intentan restaurar la solución por lo simbólico, un Otro contemporáneo, sin fallas, sin dudas: los nuevos gurúes del “Arte de Vivir” y sectas religiosas como los Raelianos, la Cientología, etc.
Hay quienes se pliegan sobre lo imaginario: el grupo de “los mismos”, la banda, la pandilla. Es por el tratamiento de lo diferente que estos grupos se hacen rechazar: la violencia racista, la xenofobia, el sexismo.
En este tipo de respuesta podemos ubicar a aquellos jóvenes que adoptan lo virtual como modo de vida.[8]
Se llama“Otaku” al adolescente que se vuelve fanático de una zona restringida de las nuevas tecnologías: son especialistas en cierto juego de computadora, del cual saben todo lo que se puede saber, mientras que presentan un desinterés absoluto por lo demás. Prefieren permanecer solos para continuar en paz su hobby. Eligen domicilio en casa de otro virtual.
Lo importante para el Otaku, es la mirada del otro. “Es el otro quien decide quién soy yo”.
Finalmente están quienes privilegian el registro de lo real: desde las toxicomanía hasta las conductas de riesgo como el suicidio y actualmente también crímenes filmados e intercambiados por Internet.
Frente a estas manifestaciones: ¿no sería posible considerarlos “nuevos síntomas” otorgándoles la propiedad de ser huellas de la protesta de los sujetos contra la suerte que les es dada?
El rechazo escolar, ¿no es a veces la resistencia a la virtualización del saber? La creación a través de las fotos editadas y producidas en la pantalla utilizando recursos virtuales, el Rap, el Hip-hop, ¿no testimonia acaso de la capacidad de creación y por lo tanto el esfuerzo singular de inventar un lazo social habitable?
Las fotografías son fragmentos, trozos, retazos, restos de aquella escritura posible y de esa mirada necesaria. Son también el resultado de una producción y, por lo tanto productos, es decir objetos que se crean, se almacenan, se exponen, se miran…
¿Por qué no incluir en el trabajo de análisis las imágenes de la tablet, celular o cualquier artefacto que el joven porta a la sesión?
Cualquier fotografía presenta dos “naturalezas”: una como soporte de un mensaje posible que pone en primer plano la ficción como verdad; la otra como objeto, en la que no tiene función, sino destino.[9]
Freud se valió del arte como mensaje oculto, latente, reprimido, es decir como formación del inconsciente. Lacan en cambio toma el arte como producción, a título de objeto.
El objeto del arte no interpreta al artista a través de su obra, sino que es el objeto el que interpreta al espectador al funcionar como causa de su deseo porque captura su mirada y “le hace hablar”. Esta función de “hacer hacer”, Lacan la escribe como objeto a.
“Hacer hacer” también es causa de la creación artística.
Freud en “El poeta y la fantasía” sostiene que el artista, como el niño, crea su propio mundo o mejor dicho, da un nuevo orden que le agrade a las cosas del mundo. Como el artista, tampoco el juego del niño se confunde con su fantasía porque finalmente la creación y el juego, a diferencia de la fantasía, se apoyan en objetos “tangibles y visibles”.
Si la fantasía y la creación artística se asemejan por su condición de producto, por la fuente común que comparten y por la peculiar articulación temporal que exigen, se diferencian por el destino que siguen.
El artista a través de su obra transforma su insatisfacción en una fuente de satisfacción para otros, y por servir a otros, sirve a la satisfacción del artista.
Dejaré para otra oportunidad los así llamados Otaku y su relación con la falta de separación entre la imagen real y la imagen virtual en el espejo.
Para concluir: el sujeto tiene siempre la posibilidad de fabricarse una causa para su deseo, a lo cual el psicoanálisis tal vez contribuye.
A veces hará falta el encuentro con un “viviente” (otro “real”, educador, partenaire, psicoanalista). Tenemos en común con este último el apostar e invitar al adolescente a aventurarse aún al carácter viable de la vida. A condición de contribuir a que él consienta a recurrir a su capacidad de acto.
Y será la única vía para el que quiera, tomando las palabras de Freud, de “gozar de las cosas de la vida”.
Sara Wajnsztejn
Abril de 2013.
La adolescencia hoy
En otras oportunidades, planteaba tomando una cita de Alexander Stevens que “la adolescencia es la respuesta sintomática posible que el sujeto ofrecerá”.
Es el arreglo particular con el cual organizará su existencia, su relación con el mundo y su relación con el goce.
A diferencia de lo que ocurre en el reino animal, en el humano el lazo social implica un cierto uso del lenguaje. Ese uso permite resolver un problema que se plantea a cada uno desde el inicio: ¿cómo alojar su singularidad en lo común? ¿Cómo alojarla, por una parte, sin sacrificarla a los otros, bajo el pretexto de hacerse aceptar, amar, desear, etc. y por otra parte sin que el colectivo estalle en pedazos ante la roca de las singularidades?
Este doble problema se plantea a cada uno, y no hay una única solución que valga para todos.
El síntoma, es una de las soluciones posibles. Sin embargo, el adolescente de hoy se caracteriza por respuestas asintomáticas.
Las Luces y la neurosis caracterizan a la modernidad. La caída de la autoridad y el rechazo de la castración, además de la caída del prestigio de los grandes relatos susceptibles de ofrecer un sentido a la existencia, parecen inaugurar otra época que podríamos llamar “contemporánea” tomando prestado el nombre de los movimientos artísticos actuales.
El lazo social contemporáneo parece dejar florecer las fobias de todo tipo: fobia social, del semejante, del extraño, de lo nuevo, de la comida, de la ciencia. Son numerosos los que abandonan toda relación sexual en provecho de satisfacciones virtuales, por ejemplo.
Además el saber no promete ya responder a las preguntas que conciernen al sentido de la vida y al ser del sujeto perdiendo su poder erótico (el rechazo escolar se extiende), las materias científicas son abandonadas, los oficios de la enseñanza resultan indiferentes, etc.[7]
Intentemos un esbozo de posibles respuestas:
Hay quienes intentan restaurar la solución por lo simbólico, un Otro contemporáneo, sin fallas, sin dudas: los nuevos gurúes del “Arte de Vivir” y sectas religiosas como los Raelianos, la Cientología, etc.
Hay quienes se pliegan sobre lo imaginario: el grupo de “los mismos”, la banda, la pandilla. Es por el tratamiento de lo diferente que estos grupos se hacen rechazar: la violencia racista, la xenofobia, el sexismo.
En este tipo de respuesta podemos ubicar a aquellos jóvenes que adoptan lo virtual como modo de vida.[8]
Se llama“Otaku” al adolescente que se vuelve fanático de una zona restringida de las nuevas tecnologías: son especialistas en cierto juego de computadora, del cual saben todo lo que se puede saber, mientras que presentan un desinterés absoluto por lo demás. Prefieren permanecer solos para continuar en paz su hobby. Eligen domicilio en casa de otro virtual.
Lo importante para el Otaku, es la mirada del otro. “Es el otro quien decide quién soy yo”.
Finalmente están quienes privilegian el registro de lo real: desde las toxicomanía hasta las conductas de riesgo como el suicidio y actualmente también crímenes filmados e intercambiados por Internet.
Frente a estas manifestaciones: ¿no sería posible considerarlos “nuevos síntomas” otorgándoles la propiedad de ser huellas de la protesta de los sujetos contra la suerte que les es dada?
El rechazo escolar, ¿no es a veces la resistencia a la virtualización del saber? La creación a través de las fotos editadas y producidas en la pantalla utilizando recursos virtuales, el Rap, el Hip-hop, ¿no testimonia acaso de la capacidad de creación y por lo tanto el esfuerzo singular de inventar un lazo social habitable?
Las fotografías son fragmentos, trozos, retazos, restos de aquella escritura posible y de esa mirada necesaria. Son también el resultado de una producción y, por lo tanto productos, es decir objetos que se crean, se almacenan, se exponen, se miran…
¿Por qué no incluir en el trabajo de análisis las imágenes de la tablet, celular o cualquier artefacto que el joven porta a la sesión?
Cualquier fotografía presenta dos “naturalezas”: una como soporte de un mensaje posible que pone en primer plano la ficción como verdad; la otra como objeto, en la que no tiene función, sino destino.[9]
Freud se valió del arte como mensaje oculto, latente, reprimido, es decir como formación del inconsciente. Lacan en cambio toma el arte como producción, a título de objeto.
El objeto del arte no interpreta al artista a través de su obra, sino que es el objeto el que interpreta al espectador al funcionar como causa de su deseo porque captura su mirada y “le hace hablar”. Esta función de “hacer hacer”, Lacan la escribe como objeto a.
“Hacer hacer” también es causa de la creación artística.
Freud en “El poeta y la fantasía” sostiene que el artista, como el niño, crea su propio mundo o mejor dicho, da un nuevo orden que le agrade a las cosas del mundo. Como el artista, tampoco el juego del niño se confunde con su fantasía porque finalmente la creación y el juego, a diferencia de la fantasía, se apoyan en objetos “tangibles y visibles”.
Si la fantasía y la creación artística se asemejan por su condición de producto, por la fuente común que comparten y por la peculiar articulación temporal que exigen, se diferencian por el destino que siguen.
El artista a través de su obra transforma su insatisfacción en una fuente de satisfacción para otros, y por servir a otros, sirve a la satisfacción del artista.
Dejaré para otra oportunidad los así llamados Otaku y su relación con la falta de separación entre la imagen real y la imagen virtual en el espejo.
Para concluir: el sujeto tiene siempre la posibilidad de fabricarse una causa para su deseo, a lo cual el psicoanálisis tal vez contribuye.
A veces hará falta el encuentro con un “viviente” (otro “real”, educador, partenaire, psicoanalista). Tenemos en común con este último el apostar e invitar al adolescente a aventurarse aún al carácter viable de la vida. A condición de contribuir a que él consienta a recurrir a su capacidad de acto.
Y será la única vía para el que quiera, tomando las palabras de Freud, de “gozar de las cosas de la vida”.
Sara Wajnsztejn
Abril de 2013.
[1]
Soler, C., Los afectos lacanianos
[2]
Freud, S., El yo y el ello, en Obras completas, t. XIX.
[3]
Stavchansky, L., Tejiendo la clínica.
Entre el niño y el Otro.
[4]
Coccoz, V., El cuerpo-mártir en el
barroco y en el body-art. Las tres estéticas de Lacan.
[5]
Critchley, S., Absolutamente demasiado.
Revista Otra parte Nª 27.
[6]
Critchley, S., Op. cit
[7]
Sauret, M.J., Adolescencia y lazo social:
El momento adolescente. Revista Psicoanálisis y hospital Nº 37
[8]
Azuma, Hiroki, citado por Sauret, Op.
cit
[9]
Ponce, X., Entre náufragos: Notas sobre
fotografía, arte y psicoanálisis. En: Las tres estéticas en Lacan.
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