"Nadie sabe lo que puede un cuerpo" B. Spinoza.


Frecuencia: semanal

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jueves, 2 de mayo de 2013

Clase 25 de Abril: Cuerpo e imagen


Cuerpo e imagen

Sara Wajnsztejn


¿Quién podría dudar que los cuerpos se prestan a la domesticación educativa, que son efectos de discurso, productos de un arte que opera por medio de las imágenes y los preceptos propuestos e impuestos?[1]
El individuo orgánico que soporta al sujeto hablante representado por el significante no es lo que denominamos “el cuerpo”. Tenemos en juego tres términos: el organismo viviente, objeto de la biología, el sujeto definido por su habla y su cuerpo, éstos dos últimos, objetos del psicoanálisis en tanto se relacionan a los síntomas que en él se constituyen.
Casi todos los afectos tienen respuesta corporal. Desde la descarga de adrenalina, el nudo de angustia, el temblor en las manos, las piernas que flaquean, los latidos del corazón, las lágrimas, etc.
El afecto pasa por el cuerpo y perturba sus funciones, pero, ¿proviene de él? La cuestión sería poder saber quién es el que afecta y quién el afectado.
¿No es más bien el lenguaje quien afecta al cuerpo viviente, un afecto que es efecto y  que repercute en toda la gama de satisfacciones e insatisfacciones del sujeto?
El cuerpo es lo imaginario ha planteado Lacan en varias oportunidades. La imagen narcisista, sobre la que puso el acento el estadio del espejo, se presta a la primera de las identificaciones en que el hablante puede reconocerse.
Por otra parte, esta imagen no es el reflejo de la forma natural, sino que está cargada en cada civilización de todas las significaciones y normas del discurso.
A esa imagen construida por lo simbólico, modelada por el discurso, se agrega además el cuerpo pulsional y por lo tanto el goce, que perturba la homeostasis orgánica, porque para gozar hace falta un cuerpo.
En síntesis, lo primero que afecta es el lenguaje y lo afectado no es sólo el cuerpo imaginario, sino su capacidad de gozar.
Si bien clínicamente cuerpo imaginario, simbólico y pulsional están anudados, no pueden separarse, a los fines de esta transmisión, me detendré hoy, solamente en la consideración del cuerpo  imaginario.

El Estadio del Espejo.

El estadio del espejo, donde el sujeto es permanentemente capturado y cautivado por su imagen, es el momento de formación del yo a través de la identificación con la imagen que asume como propia.
Sin embargo, sabemos que este proceso nos enseña cómo el yo es también producto de desconocimiento al indicar dónde el sujeto se aliena en su propia  imagen o en la  del otro.
Este momento especular representa la introducción del orden imaginario, lo cual, hace aparecer de modo simultáneo a lo simbólico, pues es el adulto quien lleva y sostiene al niño en este tránsito que el espejo permite.
Cuando el niño asume la imagen como propia, se da vuelta hacia el Otro en busca de su asentimiento.
Por un lado el niño ve su propia imagen unificada, saturada y completa en el espejo, pero la presencia del Otro, lo hace percatarse del hecho que esa imagen es falsa.
Esta cuestión lo lleva a permanecer fragmentado y atravesado por el deseo de completud instaurando así, la falta que lo subjetiva y dando origen a la temporalidad propia de lo imaginario: anticipación-prematuración.
Es aquí donde la realidad se desdobla y el espejo muestra cuán endeble se presenta, en la medida que a la menor provocación se fractura.
El infante se identifica con la imagen de su cuerpo en el espejo y bajo esta perspectiva la existencia se funda “fuera del infante”.
El cuerpo se le presenta como lo otro, como la alteridad radical del sujeto. Desde ahí el cuerpo se anuncia como la otredad al estar mediado por el Otro, siendo éste en tanto lenguaje, el medio por el cual el sujeto podrá ubicarse en el campo de los espejismos yoicos.
La importancia del estadio del espejo está ligada al hecho de ubicar lo inacabado del humano en el momento de su nacimiento, su estado de prematuración que le impide ser independiente del Otro. Situación que nos confronta con la falta como causa.
Como decía anteriormente, para Lacan, el yo es una función de desconocimiento, lo cual se diferencia del planteo freudiano de un yo que se funda en el sistema percepción-conciencia.[2]
Sin embargo, hay un esquema en el texto de Freud donde coloca junto al yo, al ello, al sistema percepción-conciencia y al preconsciente; una placa auditiva, dándole importancia a la palabra escuchada como parte fundamental en la constitución de este aparato.
Es la palabra que se inscribe y sirve de soporte para que el infante se identifique con lo dicho por el Otro acerca de esa imagen.
Esta placa auditiva colocada por Freud y que Lacan no retoma, permite pensar el desdoblamiento de la realidad, a través de la función del estadio del espejo acompañado por la voz del Otro, que tiene una función análoga a la mirada. Es decir, no sólo captura la imagen del niño en el espejo, sino que también queda capturado por el dicho del Otro en esa misma imagen acústica.[3]
Lo interesante es que la identificación no se reduce a la imagen, sino al sujeto experimentando los efectos de esta palabra sobre la representación. Dicha identificación se produce a causa de algo que el espejo no devuelve: lo no especularizable, como el falo y el objeto a.
El Estadio del Espejo propone una novedosa lectura del narcisismo freudiano a partir del valor formador de las imágenes.
Esto último, así como la función de señuelo en las conductas de lucha o pavoneo sexual, le proporcionó a Lacan una base sólida en la que insertar su demostración acerca del carácter particular de la captura especular en las identificaciones formadoras de la función del yo, en su doble vertiente, especular y social.
Es decir, como gestalt del propio cuerpo y como asiento del lazo a los otros, de lo que se deduce que el inconsciente no es colectivo, pero no carece de lazo de lenguaje.
Además es fundamental tener presente el carácter libidinal de la imagen narcisista, que engendra la pasión y ejerce la opresión. Tanto los fenómenos de atracción erótica como los de tensión agresiva anidan en la captación que opera la imago en el sujeto.
Un breve rodeo en torno a algunas corrientes artísticas  permitirá pensar acerca del carácter engañoso de la imagen especular y su relación con la adolescencia hoy.
El Accionismo Vienés es un movimiento que surge en Viena en 1960, considerado por algunos como  antecedente del Body-art.
El principal representante de la también llamada estética negativa fue Günter Brus, quien pretendía la ruptura con la representación, como un intento extremo de encontrar la verdad en el arte, supuestamente amordazada por la identidad engañosa construida en el espejo. Su objetivo era el fin del arte como contemplación, como reflexión, como conocimiento.
Él creía poder dejar atrás la función del cuadro como ventana, por eso ubicó el caballete en el suelo y se opuso a las reglas de composición para ampliar el espacio más allá de la restricción impuesta por el lienzo o la hoja de papel. La limitación de los colores al uso del blanco y negro, también perseguía el fin de la anulación de “lo ilusorio”.
El siguiente paso fue una pintura “a la redonda o por todos lados” en habitaciones con papel. La acción pictórica consistió en manchar la habitación y su propio cuerpo dando lugar al “arte corporal”.
Ni representación ni narración, abogaba sólo por la presentación, por el arte en el espacio y el tiempo reales. Introdujo el cuerpo real como elemento de la acción artística.
En una acción en la que interviene su mujer, intenta redefinir el papel del modelo a partir de la fusión de la pintura y el acercamiento en un juego espontáneo hasta quedar cubiertos ambos cuerpos (el artista y la modelo) de pintura.
A partir de esto las acciones serán cuidadosamente preparadas por Brus, guiado por un concepto dramático que ha quedado plasmado en fotografías y películas.
Otro paso fueron acciones delante del público para escandalizar, ofender o ultrajar. Según los accionistas vieneses el arte debe conseguir transformar un estado de cosas.
En el Paseo Vienés, Brus, cual pintura viviente, recubierto por una mezcla de pintura blanca, harina y agua con un trazo negro que le atraviesa de pies a cabeza se desplaza por destacados lugares de la ciudad de Viena, en una especie de escenificación del sujeto tachado, prueba visible de su culpabilidad. En una de las fotos se puede ver al artista junto al policía que acabará deteniéndolo por alterar el orden público.
Con este acto consigue su objetivo: su denuncia de la hipocresía de todos los semblantes del amo, en especial, el estado austríaco, que se había levantado con renovados bríos luego de haber participado del exterminio de los judíos. Sobre esta vergüenza sepultada, se festejaban los valores patrióticos y tradicionales cuya mentira Brus intentaba desmontar.


http://history-is-made-at-night.blogspot.com.ar/2013/03/a-bigger-splash.html

Sus acciones fueron in crescendo, llegando a mostrar los efectos mortificantes del significante sobre el cuerpo, explícitamente martirizado.
Su reflexión va más allá de la provocación, del escándalo, dando a ver la presencia real de la obscenidad, la inmundicia de un cuerpo sin su envoltura simbólica, sin la decencia que otorga velar ese real al conseguir alojarlo en un semblante.
Brus se escenifica como víctima, dando a ver que el cuerpo, liberado de las constricciones, de los semblantes, de las ficciones a las que considera falsas y mentirosas, se reduce a la carne sin subjetividad. En ese trayecto se encuentra con una paradoja: su radical anti-arte muestra entonces un cuerpo y sus secreciones, abierto a las humillaciones, pura mueca de desesperación y abandono. Despojado de su singularidad, de todo pensamiento, de toda representación, se elimina toda dimensión del ser.


http://pertsona.blogspot.com.ar/2009/06/gunter-brus-ardning-austria-1938-fue.html

Justamente es en ese terreno en el que afronta las paradojas de su posición hasta el absurdo, que tendrá como consecuencia el abandono de esta vía con su última acción Prueba de resistencia en 1970. A diferencia de otros accionistas como Rudolf Scwarkloger que llegó a la automutilación frente a la cámara fotográfica y acabó por suicidarse a los pocos días.
Brus, en la encrucijada de la imposibilidad de acceder a lo real propiamente humano, pretendiendo alcanzar otra verdad atacando los símbolos, finalmente habría comprendido que ésta sólo se atrapa por la modalidad en que se logra cernir lo verdadero, como mediodecir. Siendo el arte un modo de alcanzar lo real por lo simbólico, su eficacia no radica en la vía del ataque a los símbolos, sino haciendo uso de su potencialidad creadora.[4]
En otra oportunidad y en relación al tatuaje planteé algunas cuestiones en relación al body-art y sobre todo al carnal-art, cuya principal representante es la artista Orlan, en quien no me detendré hoy.
Sí haré una breve mención del Net.Art o Acciones On Line.
Los artistas que pertenecen al grupo propugnan que en el siglo XXI el cuerpo es obsoleto, por lo cual investigan la potencialidad creadora de los soportes tecnológicos en cuanto a movimientos y percepciones por fuera de las limitaciones corporales.
Las obras no son sólo objetos (páginas web) sino también procesos (acciones en la red). Como cualquier performance, el tiempo es el tiempo de la acción. Luego quedan registros en el gran archivo de Internet. Una serie de estas Ephemeral matches online se organizó en México en 2002, un combate entre artistas mediáticos usando como arena el espacio en red, sin reglas y en tiempo real.
Algunos exploran las relaciones entre el cuerpo y las nuevas tecnologías a través de las interfases cuerpo-máquina.



http://www.artpractical.com/profile/stelarc/

El australiano Sterlac invierte el proceso habitual de transmisión, el actor está conectado a sensores y sometido a los avatares del mecanismo sujeto a su cuerpo. Recientemente ha presentado una escultura llamada Stomach que sólo puede verse a través de endoscopía, produciéndose un efecto que oscila entre lo monstruoso y lo violento.


http://photographicskillsb-keeleythomas.blogspot.com.ar/2012/01/stelarc.html

Cuando se le pidió a Bacon que reflexionara sobre la supuesta violencia de su pintura dijo: Si hablamos de la violencia de la pintura no tiene nada que ver con la violencia de la guerra. Tiene que ver con un intento de reconstruir la violencia de la realidad. Vivimos casi todo el tiempo a través de pantallas, una existencia velada. Y a veces, cuando la gente dice que mis obras parecen violentas, pienso que he quitado uno o dos de esos velos o pantallas.[5]
Las propuestas artísticas comentadas parecieran aludir a un arte de la desublimación que intenta bosquejar lo monstruoso, lo incontenible, aquello que es insoportable en nuestra experiencia de la realidad.
Simón Critchley ha señalado que el corazón de cualquier respuesta artística al presente, debiera ser el cultivo de lo monstruoso y su afecto concomitante: en concreto, el asco.
El asco como registro visceral de una monstruosidad. El asco que sentimos sólo podría provocarnos rechazo o repelernos: también podría despertarnos.[6]


La adolescencia hoy

En otras oportunidades, planteaba tomando una cita de Alexander Stevens que “la adolescencia es la respuesta sintomática posible que el sujeto ofrecerá”.
Es el arreglo particular con el cual organizará su existencia, su relación con el mundo y su relación con el goce.
A diferencia de lo que ocurre en el reino animal, en el humano el lazo social implica un cierto uso del lenguaje. Ese uso permite resolver un problema que se plantea a cada uno desde el inicio: ¿cómo alojar su singularidad en lo común? ¿Cómo alojarla, por una parte, sin sacrificarla a los otros, bajo el pretexto de hacerse aceptar, amar, desear, etc. y por otra parte sin que el colectivo estalle en pedazos ante la roca de las singularidades?
Este doble problema se plantea a cada uno, y no hay una única solución que valga para todos.
El síntoma, es una de las soluciones posibles. Sin embargo, el adolescente de hoy se caracteriza por respuestas asintomáticas.
Las Luces y la neurosis caracterizan a la modernidad. La caída de la autoridad y el rechazo de la castración, además de la caída del prestigio de los grandes relatos susceptibles de ofrecer un sentido a la existencia, parecen inaugurar otra época que podríamos llamar “contemporánea” tomando prestado el nombre de los movimientos artísticos actuales.
El lazo social contemporáneo parece dejar florecer las fobias de todo tipo: fobia social, del semejante, del extraño, de lo nuevo, de la comida, de la ciencia. Son numerosos los que abandonan toda relación sexual en provecho de satisfacciones virtuales, por ejemplo.
Además el saber no promete ya responder a las preguntas que conciernen al sentido de la vida y al ser del sujeto perdiendo su poder erótico (el rechazo escolar se extiende), las materias científicas son abandonadas, los oficios de la enseñanza resultan indiferentes, etc.[7]
Intentemos un esbozo de posibles respuestas:
Hay quienes intentan restaurar la solución por lo simbólico, un Otro contemporáneo, sin fallas, sin dudas: los nuevos gurúes del “Arte de Vivir” y sectas religiosas como los Raelianos, la Cientología, etc.
Hay quienes se pliegan sobre lo imaginario: el grupo de “los mismos”, la banda, la pandilla. Es por el tratamiento de lo diferente que estos grupos se hacen rechazar: la violencia racista, la xenofobia, el sexismo.
En este tipo de respuesta podemos ubicar a aquellos jóvenes que adoptan lo virtual como modo de vida.[8]
Se llama“Otaku” al adolescente que se vuelve fanático de una zona restringida de las nuevas tecnologías: son especialistas en cierto juego de computadora, del cual saben todo lo que se puede saber, mientras que presentan un desinterés absoluto por lo demás. Prefieren permanecer solos para continuar en paz su hobby. Eligen domicilio en casa de otro virtual.
Lo importante para el Otaku, es la mirada del otro. “Es el otro quien decide quién soy yo”.
Finalmente están quienes privilegian el registro de lo real: desde las toxicomanía hasta las conductas de riesgo como el suicidio y actualmente también crímenes filmados e intercambiados por Internet.
Frente a estas manifestaciones: ¿no sería posible considerarlos “nuevos síntomas” otorgándoles la propiedad de ser huellas de la protesta de los sujetos contra la suerte que les es dada?
El rechazo escolar, ¿no es a veces la resistencia a la virtualización del saber? La creación a través de las fotos editadas y producidas en la pantalla utilizando recursos virtuales, el Rap, el Hip-hop, ¿no testimonia acaso de la capacidad de creación y por lo tanto el esfuerzo singular de inventar un lazo social habitable?
Las fotografías son fragmentos, trozos, retazos, restos de aquella escritura posible y de esa mirada necesaria. Son también el resultado de una producción y, por lo tanto productos, es decir objetos que se crean, se almacenan, se exponen, se miran…
¿Por qué no incluir en el trabajo de análisis las imágenes de la tablet, celular o cualquier artefacto que el joven porta a la sesión?
Cualquier fotografía presenta dos “naturalezas”: una como soporte de un mensaje posible que pone en primer plano la ficción como verdad; la otra como objeto, en la que no tiene función, sino destino.[9]
Freud se valió del arte como mensaje oculto, latente, reprimido, es decir como formación del inconsciente. Lacan en cambio toma el arte como producción, a título de objeto.
El objeto del arte no interpreta al artista a través de su obra, sino que es el objeto el que interpreta al espectador al funcionar como causa de su deseo porque captura su mirada y “le hace hablar”. Esta función de “hacer hacer”, Lacan la escribe como objeto a.
“Hacer hacer” también es causa de la creación artística.
Freud en “El poeta y la fantasía” sostiene que el artista, como el niño, crea su propio mundo o mejor dicho, da un nuevo orden que le agrade a las cosas del mundo. Como el artista, tampoco el juego del niño se confunde con su fantasía porque finalmente la creación y el juego, a diferencia de la fantasía, se apoyan en objetos “tangibles y visibles”.
Si la fantasía y la creación artística se asemejan por su condición de producto, por la fuente común que comparten y por la peculiar articulación temporal que exigen, se diferencian por el destino que siguen.
El artista a través de su obra transforma su insatisfacción en una fuente de satisfacción para otros, y por servir a otros, sirve a la satisfacción del artista.
Dejaré para otra oportunidad los así llamados Otaku y su relación con la falta de separación entre la imagen real y la imagen virtual en el espejo.
Para concluir: el sujeto tiene siempre la posibilidad de fabricarse una causa para su deseo, a lo cual el psicoanálisis tal vez contribuye.
A veces hará falta el encuentro con un “viviente” (otro “real”, educador, partenaire, psicoanalista). Tenemos en común con este último el apostar e invitar al adolescente a aventurarse aún al carácter viable de la vida. A condición de contribuir a que él consienta a recurrir a su capacidad de acto.
Y será la única vía para el que quiera, tomando las palabras de Freud, de “gozar de las cosas de la vida”.


                                                                       Sara Wajnsztejn
                                                                       Abril de 2013.











[1] Soler, C., Los afectos lacanianos
[2] Freud, S., El yo y el ello, en Obras completas, t. XIX.
[3] Stavchansky, L., Tejiendo la clínica. Entre el niño y el Otro.
[4] Coccoz, V., El cuerpo-mártir en el barroco y en el body-art. Las tres estéticas de Lacan.
[5] Critchley, S., Absolutamente demasiado. Revista Otra parte Nª 27.

[6] Critchley, S., Op. cit
[7] Sauret, M.J., Adolescencia y lazo social: El momento adolescente. Revista Psicoanálisis y hospital Nº 37
[8] Azuma, Hiroki, citado por Sauret, Op. cit
[9] Ponce, X., Entre náufragos: Notas sobre fotografía, arte y psicoanálisis. En: Las tres estéticas en Lacan.

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