"Nadie sabe lo que puede un cuerpo" B. Spinoza.


Frecuencia: semanal

Clases teóricas: obligatorias

Práctica hospitalaria: optativa

Bono contribución por la totalidad de la cursada: $100



viernes, 30 de noviembre de 2012

15º Clase: Transferencia y Saber



 TRANSFERENCIA Y SABER 
 Susana Sujarchuk



 

Presentación de material clínico a cargo de Andrea Restuccia. (El material ha sido modificado, no corresponde exactamente al que se presentó en la clase)



Paciente Juan , 4 años.

Primera entrevista con lo padres


Concurren ambos padres a la entrevista. Ante la pregunta acerca del motivo de consulta, su madre comenta que en el jardín se están quejando mucho acerca del comportamiento que está teniendo su hijo, debido a que putea, golpea a sus compañeros y les resulta imposible ponerle límites.
Su madre comenta que vive junto a su hijo en un ambiente de mucha violencia. Refiere que cada vez que hay una discusión en la casa, Juan quiere estar presente.
Durante toda la entrevista, el padre permanece callado y evidencia pocos recursos para poder transmitir sus ideas. Sólo refiere que cree que tiene una buena relación con su hijo y que no le molesta estar con él.

Entrevista con el Jardín

Mediante una comunicación telefónica, su maestra refiere que se encuentran muy contentos que Juan haya iniciado tratamiento.
Comenta que les resulta imposible ponerle límites, que no acepta las consignas, que tiene tolerancia cero, que les pega a los compañeros y que estos le tienen miedo.
Lo califica como un “líder negativo”, que si bien demuestra capacidad para aprender cualquier cosa, es muy problemático y no lo pueden frenar.

Primera entrevista con Juan

Juan elige jugar con dos autos,  y con un muñeco de un monstruo.
                       Arma una escena de juego: el monstruo comienza a golpear al auto de policía, Juan comenta “…Por más que le peguen no se cae porque hace trucos, los otros chiquititos se caen…”. Luego el auto de policía comienza a perseguir al monstruo, Juan relata “…Lo persiguen porque roba plata, roba plata para comprarle muñecos a su hijo, su hijo murió, era un muñeco que perdí en la plaza”.
                        Finalmente, chocan el auto de policía y el monstruo, Juan cuenta que el policía murió y que el monstruo continuó con vida y se fue a vivir a un foso.
                        Lo invito para que pueda venir la semana siguiente, me dice que si, sale corriendo del consultorio y busca a su mamá.
      

Segunda entrevista con Juan

 Juan elige jugar con los mismos juguetes que eligió la primera vez.
                        Arma una escena diferente: relata que el monstruo tiene un hijo escondido debajo de la cama y que se lo quiere comer. De repente el auto de policía lo empieza a perseguir y  choca con el monstruo, Juan comenta que el policía murió. Le pregunto si lo corremos a un costado y me dice que no, que el monstruo lo va a operar porque “… aprendió modales y se volvió bueno…”. Finalmente lo opera y lo salva.
                        Luego de esta escena, saca un muñeco del hombre araña negro que traía en su mochila. Comenta: “… el hombre araña negro mata niños, si le sacan las telarañas se vuelve bueno pero después se vuelve malo nuevamente…”. Le pregunto por el hombre araña bueno, me dice que también lo tiene y que la próxima lo va a traer. Quedamos para vernos la semana siguiente.

Tercera  entrevista con Juan

            Juan me cuenta que trajo los dos hombre arañas, el negro y el bueno, y que quería jugar con ellos y con el auto de policía.
            Relata: “… el hombre araña negro es malo, mata niños. El hombre araña bueno vive con el padre, yo no lo tengo al padre, me lo tiene que comprar mamá”. Comienza a chocar los dos hombre araña y señala que el bueno murió pero que después revivió. Seguido a esto comenta: “… Mi casa es toda negra como la del hombre araña negro…”.
            Luego me dice que yo sea el auto de policía y que tengo que perseguir al hombre araña negro porque mato al otro. Comienzo a perseguirlo y le ofrezco un trato, que si revive al otro hombre araña no lo perseguía más. Finalmente el hombre araña negro opera al otro y lo salva.
            Después de esta escena, Juan comienza a esconder el auto de policía y me dice que lo busque. Cuando lo encuentro se empieza reir, me pide que reiteremos este juego varias veces.
            Lo invito a que venga la semana que viene y lo acompaño con la mamá, quien me dice que a Juan le cuesta mucho expresarse y que sale descontrolado del hospital.



Invite a Andrea a presentar este material clínico, de los inicios de tratamiento; presentado en una supervisión Para articular; en nuestra última reunión del curso, aquello que planteamos como eje este año: Conceptos fundamentales de una práctica en acto. 
Acompañados por la idea  del lingüista francés Henry Meschonnic: “No hay teoría sin práctica, y no hay práctica sin teoría. Pero si uno no hace teoría sobre la práctica, uno no sabe lo que hace…”

El material que presentó Andrea, anuda de manera interesante el tema de nuestra reunión de hoy: transferencia y saber.

 Plantea, desde el principio, como en una consulta puede haber diferencias entre lo que es la preocupación de los padres, y lo que trae el niño en tanto sujeto.
 Nos permite establecer la divergencia entre el padecimiento y el síntoma.
Los padres de Juan, vienen desde el lugar de la queja, del padecimiento, no se implican subjetivamente.
La mamá habla de su historia, y no de su posición como madre. No se interroga por el lugar que ocupa su hijo en su fantasmática.
Podemos inferir que Juan, no tiene un lugar.. Está en la misma serie que ella y sus hermanos: Ser pegados y abusados por el Otro.
Juan denuncia con su cuerpo el lugar que ocupa: No puede parar, no acepta límites, ni consignas. El jardín de infantes VE a un niño con problemas
Como planteó Laura Monczor “Muchas veces en la infancia el cuerpo se da a ver. En el análisis de un niño, muchas veces el cuerpo es el personaje principal, por mostración o por inhibición”
Por eso me interesa subrayar, que a pesar de este punto de partida, Juan establece de entrada una relación al Otro, a su analista.
Juan juega; juega con dos autos, y con un muñeco que transforma en monstruo.
Juego que se repite. También con el hombre araña negro y con el hombre araña bueno. Si hay juego, hay ficción.
En el Seminario del año 54-55,  Lacan dice: “La verdad tiene estructura de ficción”. Y
lo vuelve a reafirmar en el año 1972, diciendo: “La palabra define el lugar de aquello que se llama la verdad…Lo señalo desde su entrada, por el uso que quiero hacer de ella en su estructura de ficción, es decir también de engaño….”
“La verdad, viene al caso decirlo, la verdad solo dice la verdad y no a medias cuando dice miento
Es en el único caso que estamos seguros que no miente, porque se supone que ella lo sabe.
Pero de Otro modo (Autrement) con A mayuscula ES MUY PROBABLE QUE SE DIGA LA VERDAD, PESE A TODO, SIN SABERLO”
Y esto es lo que nos interesa en tanto  analistas, y me interesa subrayar: que la verdad se dice a medias, sin saberse.
El saber no sabido del que se trata en el psicoanálisis, es un saber que efectivamente se articula; que está estructurado como un lenguaje.

Entonces, en el juego, en tanto estructura de ficción, la verdad se dice sin que el niño en su jugar lo sepa.
En qué sentido?  En el sentido de un saber no sabido, para sí mismo.
El niño juega en su juego un saber no sabido, en tanto saber inconciente`.
Podemos pensar el juego, desde la maduración o evolutivo.. y otra cosa es pensarlo como el lugar donde el niño en las repeticiones y las insistencias de su juego, dice su verdad en tanto sujeto.
Juan juega, y pone en escena al monstruo, lo monstruoso.
En la primera sesión, nada limita al monstruo, la policía lo persigue y el monstruo sigue con vida, se fue a vivir a un foso.
El niño plantea en su enunciación, en el entrelineas, hay algo de lo monstruoso de lo que hay que hablar…
Collette Soler subraya que el paso que dio  Freud; fue el de haber interrogado a LA VERDAD COMO UN SABER
 Buscó al inconciente, por el sesgo del desciframiento: de los lapsus, de los sueños, de las declaraciones del sujeto.
El desciframiento de Freud, implica que el inconciente es saber que está allí, trabajando.
 Esto quiere decir,  que la verdad del sujeto, puede alcanzarse por los desfiladeros del saber inconciente.
 Ese saber se alcanza en la serie de dichos y de representaciones del sujeto
Por eso en este caso podemos leer al monstruo, y lo monstruoso, como aquello que del sujeto se dirige al analista.
Trabajamos, así en el orden del desciframiento de significantes, que se recortan  en el flujo de la palabra. Por eso es un saber, en tanto saber textual.
 Saber localizado en el texto del analizante.  Que lo leemos en aquello que insiste, y se repite.
El monstruo se repite
El hombre araña negro
El hombre araña bueno se repite.
Habla del hombre araña negro y de la policía que lo persigue. También dice de su sufrimiento: “mi casa es toda negra, como el hombre araña negro”
Hay también una invitación a su analista, a sacar las telarañas al hombre araña negro, para qué quizá se vuelva bueno…Sacar telarañas, ayudar a desenredarse de sus propios   significantes, de los de su historia, que lo tienen atrapado.
Y una relación a la ley: “El hombre araña bueno vive con el padre:- “yo no lo tengo al padre, me lo tiene que comprar mi mamá.” Interesante manera de pensar y formular la metáfora…
Pero también esa relación a la ley, puede virar a la policía y entonces se convierte en persecutoria, en un circuito sin salida…Policía-hombre araña negro.
En este punto, es interesante la apuesta que hace la analista, desde su posición en el juego (señalo, sosteniendo la ficción del juego) le dice: no voy a ser tu policía,  algo vas a tener que poner de tu parte. Algo vas a tener que hacer entre tus distintas partes buenas y malas…
Como si le dijera; no se trata tanto de la policía que persigue. Sino que de lo malo: algo se pierda. En función de otra cosa, de otra posibilidad.
Insisto, que algo se pierda, en función de otra posibilidad.

Así como decíamos que Freud interroga a la verdad como un saber. Es pertinente, dar una vuelta más, para introducir la relación entre saber y goce.

En el Seminario 17, EL Reverso Del Psicoanálisis, en la clase: Saber, medio de goce:
Lacan ubica que el punto de partida en la escritura del texto de la interpretación de los sueños implicó que el inconciente permite situar al deseo. Pero luego Freud escribió Más allá del Principio del Placer, para tener en cuenta la función llamada Repetición.

Qué plantea en este apartado? QUE EL SABER ES MEDIO DE GOCE. QUE CUANDO TRABAJA EL SABER, PRODUCE UNA PERDIDA, PRODUCE UNA ENTROPÍA, DE QUÉ?  DE GOCE
Entonces el saber desde su origen se reduce a la articulación significante, y la repetición produce perdida de goce.
SE DESPRENDE, QUE LA  REPETICIÓN EN TRANSEFERENCIA, EN TANTO ARTICULACIÓN SIGNIFICANTE, PRODUCE PERDIDA, PRODUCE FALTA.

Conferencia: Saber, ignorancia, verdad y goce.
“Sea como fuere, de la insistencia  ( repetición) con la cual el inconciente nos entrega lo que formula, resulta lo siguiente: si acaso nuestra interpretación solo tiene como sentido hacer notar lo que el sujeto encuentra, entonces que encuentra? Nada que no deba catalogarse en el registro del goce…No hay una sola interpretación que no concierna, en lo que ustedes escuchan, al lazo que se manifiesta entre la palabra y el goce…y donde yace el goce?  En el cuerpo

Bien, en el caso presentado hoy, estamos frente a los tiempos de subjetivación, donde a través del juego, los relatos, las producciones gráficas; la palabra empieza a poder articularse en un discurso.

Poder propiciar, para el niño, que pueda articular su palabra en un discurso; implica siguiendo a Meschonnic, hacer  la distinción entre lengua y discurso.  La lengua no tiene sujeto y en cambio el discurso es la máxima subjetivación del sujeto. Esta diferencia es fundamental.
El discurso es invención del sujeto por su lenguaje, y de un lenguaje por un sujeto inseparablemente. Movimiento de palabra, invención de la propia historicidad.

Entonces poner en causa el saber, en transferencia, es anudar palabra, lenguaje, discurso, sujeto y cuerpo. Es poner a jugar en el análisis la “verdad oscura” que en último término dijo Lacan es la verdad de la castración.




viernes, 16 de noviembre de 2012

14º Clase: Transferencia y juego


Transferencia y juego
Sara Wajnsztejn


En un niño una serie de procesos están en curso, por lo tanto, no podemos hablar de repetición en el sentido de un adulto, como si se tratase de la subjetivación acabada de la estructura.
En este sentido, situamos puntos de tropiezo, de detención sobre un recorrido que se está construyendo, inacabado.
La repetición en el pequeño sujeto se ubicaría más como insistencia de una pregunta.
Estos puntos de tropiezo, de interrogación, tienen relación con el lugar particular que se le atribuye al niño en el mito familiar, con los significantes familiares.
No podemos desconocer que es en primer lugar, a nivel del discurso sobre el niño donde además de ser señalado su lugar, encontramos algunos significantes de importancia.
En este sentido, el decir de los padres es un saber textual a descifrar.
El inconsciente es un saber textual, que se hace aprehensible a través de sus formaciones.
Es función del psicoanalista interpretar ese saber para poder abrir las vías del deseo y modificar la economía de goce de un sujeto.
El sujeto grita a través de su síntoma el lugar de verdad que ocupa en el deseo parental.
El descubrimiento de Freud se asienta en que de esa verdad, su registro debe tomarse “a la letra”,  como hecho de sintaxis, pues esos efectos se ejercen del texto al sentido, lejos de imponer su sentido al texto.
No sostener esta posición es sustituir este saber textual por un saber de referencia teórico. Al respecto Jose Attal dice que esto es creerse freudiano solamente a la manera en que Freud respondía a Juanito que “mucho antes que él viniera al mundo, él ya sabía que habría un pequeño muchacho que amaría de tal manera a su madre… ”. El ya sabido de antemano podría hacernos confundir en el punto de no ocupar el lugar de supuesto saber, sino de sapiente.
En la posición del niño, sea como síntoma de la pareja parental, como objeto plus de gozar, etc., el saber textual se encuentra situado en un doble nivel: en el niño, pero también a nivel de los padres o de uno de  ellos en el discurso que se sostiene sobre el niño.
Esto hace necesario una doble escucha para el analista. ¿Cómo  conducir una cura con un niño no queriendo saber nada del discurso que se tiene sobre él, no solamente al principio, sino a lo largo de todo su despliegue?
El inconsciente es un saber; pero a construir.
Es un hecho de experiencia clínica  que este lugar del niño es perfectamente modificable en la fantasía parental, en la medida que los padres no están puestos “fuera de juego”, y que algo se analiza también con ellos.
Desde el punto de vista de la transferencia, esta puesta en juego de los padres instituye al analista en un doble lugar: es el SSS para el niño, porque es SSS para los padres. 
El analista que trabaja con niños es depositario de una doble transferencia, lo cual nos lleva a escuchar no solamente al niño, sino al discurso que se tiene sobre él.
Podríamos pensar esos momentos de tropiezo como una detención en relación a transferir a los padres alguna circunstancia determinada, tal como lo plantea Eric Porge en “La transferencia a la cantonade”.
La neurosis sobreviene en el niño cuando este proceso se interrumpe. Este  autor dirá que los padres no pueden soportar la transferencia sobre ellos y en el punto de desfallecimiento del saber en ellos, surge el SSS incorporado en el niño.
El niño se hace depositario de un saber oculto, supuesto, que el analista tendrá que descubrir.
Porge retoma el texto de Juanito, donde éste le comenta a su padre que “si algo es permitido de ser pensado, ¿por qué no decírselo al profesor?”, para afirmar que este es un diálogo a la cantonade, es decir, entre bambalinas; se habla en alta voz pero a nadie en particular.
Cuando se produce entre un niño y sus padres una imposibilidad de comunicación de este tipo, el analista está llamado a restablecerla. La transferencia con el niño será al modo de “una transferencia indirecta que aspira a sostener la transferencia sobre la persona que se demostró inepta para soportarla”.[1]                             
La transferencia a la cantonade supone una transferencia indirecta contemporánea al establecimiento de un lazo de transferencia sobre un progenitor en el punto en que este desfallece.
La posibilidad de restablecer esta transferencia dejará al niño posibilitado de hacer su neurosis, subir al escenario.
También Porge destaca que las intervenciones en relación a los padres son tan importantes como la intervención con el niño mismo, y afirma que una de esas intervenciones es tan simple como cerrar la puerta del consultorio.
Si consideramos la posición del niño como  llamada, la diferenciamos de la demanda parental. Privilegiar esa dimensión apunta a transformar la queja de los padres en discurso, donde el infante aparezca relatado.[2]
En la clase se trabajaron dos viñetas clínicas para pensar, aquello que a mi modo de ver establece una diferencia entre la transferencia a la cantonade, y luego el intento de armado de la escena lúdica, allí donde esta no se verifica; haciendo cuadro como Velázquez en el cuadro de Las Meninas.

Caso N: Caballeros-Damas.

Agradezco a Gilda Torres la posibilidad de compartir este material.
Se trata de la consulta por un niño de 8 años que no puede concurrir a los cumpleaños de sus compañeros, necesita la mirada permanente de su padre en las clases de futbol, así como también que éste se quede despierto con la luz encendida hasta que N concilia el sueño.
Luego de algunas entrevistas con N y con sus padres, una intervención de la analista reacomoda los lugares en la familia con el consiguiente alivio del niño, posibilitándole también un cambio en su relato.
Finalmente puede plantear que en su horario de sesión preferiría quedarse en la escuela almorzando con sus compañeros.   
La analista le comenta que esa misma semana van a venir sus padres, a lo cual responde: que vengan ellos.
A buen entendedor, pocas palabras; que cada uno se haga cargo de su paquetito.
En esta viñeta pudimos pensar el armado de la escena lúdica donde el pequeño sujeto se pone en juego con la intervención de la analista a la cantonade propiciando restablecer la transferencia del lugar donde ha caído.
Queda por trabajar con los padres.

Caso J: El erizo
 J es un pequeño niño de 5 años por quien consultan ambos padres.
Cuentan que lo echaron de dos jardines, no hay manera de controlarlo, no hace caso a las maestras, pega a sus compañeros, mordió a una de ellas y pateó a la directora.
Ya habían hecho otras consultas, en las que les daban indicaciones de cómo tratarlo y ponerle límites, le hicieron estudios neurológicos y hasta el momento nada resultó.
J es producto de una relación ocasional. M y N eran compañeros de la facultad, salieron en algunas oportunidades y así N queda embarazada.
Frente a esto me preguntaba por el lugar de inscripción que podría tener este niño, y también en cuál familia si tal inscripción se produjese.
Las primeras entrevistas con J transcurren en un clima tranquilo. Me sorprende lo afectuoso que es este niño y su necesidad de contacto físico.
En una oportunidad al irse me dice: ¿me puedo llevar a mí?  Esta frase  me resuena durante varios minutos.
No termina de constituirse una escena lúdica, falta anudamiento. Se arma, pero no hay juego ni relato.
No puede tomar las insignias paternas. J encarna la inexistencia de  una ley que ordene las relaciones, el niño condensa el goce de un sistema no ordenado.
Un día viene enojado, empieza a tirar cosas, me pide plastilina, no hace nada con ella, se tira al piso, se pone a llorar, me pide el barco chico de dos que hay en el consultorio.
-Primero ordenemos esto, le digo. No me escucha, comienzo  a levantar lo que hay tirado por todas partes, mientras él agarra el barco más chico.
- ¡No tiene timón!, exclama.
- Los chicos no tienen timón, necesitan que los grandes los guíen, le digo, mientras bajo el barco grande y lo pongo al lado del suyo.
- ¿Cómo podemos hacer para que lo lleve? Ya sé, lo enganchamos. Tené cuidado, no pongas los chicos en el borde, esbozándose un diálogo que expresa un rudimento de cuidado y atención por sus objetos.
En una oportunidad, luego de un ataque de ira, en el que intenta revolear la computadora corto la sesión y llamo al padre para que lo busque.
 Frente a la pregunta del padre, acostumbrado a que lo llamen de todos lados para que retire al niño,  respondo que terminamos antes la sesión.
Busco en el Google, alguna referencia acerca del personaje que tanto lo había alterado descubro que es una joven que está locamente enamorada del personaje que representaba al niño desde que fue rescatada por él, es competitiva y posesiva y su manera de defenderse es con un martillo que llama “el martillo del amor”. Es así que creo darme cuenta que a J, el Uno se le hace insoportable.

En la sesión siguiente, antes de entrar al consultorio, J me pide perdón ante la sorpresa del padre, a lo cual respondo diciéndole que todos tenemos malos momentos.
Quiere jugar con la computadora y yo le propongo hablar.
- Mi papá siempre me habla y estoy igual, responde entre sollozos.
- Acá hablamos diferente.
- Me da vergüenza.
Comienzo a emitir frases escatológicas, intentando acercarme a alguna que tal vez a él lo avergüence pronunciar, obteniendo siempre su negativa, hasta que finalmente me dice: tengo miedo de estar solo porque hay un bebé mecánico que me quiere hacer algo, le sacó el alma a una nena, me lo dijo mi mamá. Por eso no quiero estar solo y me quedo al lado de la gente que conozco.

 

En el Seminario XIII: El objeto del psicoanálisis, Lacan toma el cuadro Las Meninas de Velázquez para definir el lugar del analista en la historia del paciente. Luego lo retoma en El Seminario El acto para decir que lo que hay allí de ilusión de SSS está siempre alrededor de lo que se admite como el campo de la visión, en cambio lo que hay de mirada es lo que está presente y velado a la vez.
Quiero solamente detenerme en algunas cuestiones que toma E. Porge en El analista en la historia del sujeto como Velázquez en el cuadro de Las Meninas[3]. Él describe una presencia invisible que se oculta, inaccesible, que sin embargo insiste, una presencia que nos atrapa, que nos llama a entrar, como si el cuadro nos tragara.
En el espejo del fondo se ven el rey y la reina. Lacan dirá que este espejo es una pantalla de televisión, no es más que ilusión, pero ilusión querida por el pintor, querida como ilusión.
Muchos autores han escrito textos sobre este cuadro, entre ellos Ángel del Campo y Frances. Este autor escribió un libro denominado La magia de las Meninas donde describe detalladamente aquello que Lacan intuyó años antes.
Plantea que el personaje del fondo, Nieto Velázquez, pariente del pintor, no empuja una cortina, sino que acciona un gran espejo que capta los rayos luminosos que vienen del exterior, hace un juego de luces, como una linterna mágica escondida por la tela dada vuelta que reenvía la imagen del rey y la reina, pintada sobre un tablero apoyado sobre una mesa en forma aumentada.
 Esta linterna mágica  reenviaría la imagen agrandada del rey y la reina sobre la tela dada vuelta (delante del pintor) y es esta imagen la que se refleja en el espejo del fondo.
Todo este dispositivo sería un artilugio, un juego inventado para divertir a la infanta.
 Velázquez no pinta la realidad, sino que pinta el acto de pintar.  Él está representado en un momento de escansión, de detención. Él pinta un momento donde no pinta.
El rey y la reina representados en el espejo del fondo son una presencia simbólica, no una representación donde se estarían reflejando los personajes en su realidad.
Es sólo esto lo que me interesa destacar para poder pensar el montaje de la escena  analítica con un niño: el analista, como Velázquez formando parte del cuadro e invitando a entrar, el juego y la presencia simbólica de los padres.
En Paradojas en la Infancia, Alejandro Varela subraya la posición del analista como Velázquez, en un punto que ilustra la mirada, en el que no es pintor, sino es soporte y elemento del sujeto mirando. Como el analista que jugando, se juega.
Es esta dirección, la que intento tomar con J, tanto cuando busco en Google, ese gran saber textual del que disponemos como cuando me juego emitiendo frases escatológicas que producen una respuesta angustiosa, paranoica.
Sólo podemos hablar de rudimento de juego en este niño muy afectado para quien la mirada de la analista no tiene solamente una función de sostén, sino también de corte.
Para concluir nuevamente aquí planteamos una diferencia entre el análisis de un adulto cuyo fantasma está constituido y el niño, donde el hacer cuadro será a condición de ser soporte real de la ilusión en un recorrido que se está construyendo donde puede relativizarse la disposición fantasmática que es posible después de la pubertad.
He intentado describir dos modalidades de intervención que dan cuenta de lo que anticipé en el título de esta presentación: la transferencia a la cantonade y el juego en el hacer cuadro.

                                                                             Sara Wajnsztejn
                                                                             Noviembre de 2012 





[1] Porge, Eric. La transferencia “a la cantonade”. Citado en Varela, Alejandro. Paradojas en la infancia. Letra viva. Buenos Aires. 2008.
[2] Varela, A. Paradojas en la infancia. Op. cit.
[3] Citado por Varela, A en Paradojas en la infancia. Op. Cit