"Nadie sabe lo que puede un cuerpo" B. Spinoza.


Frecuencia: semanal

Clases teóricas: obligatorias

Práctica hospitalaria: optativa

Bono contribución por la totalidad de la cursada: $100



sábado, 25 de mayo de 2013

Clase 2 de mayo: Cuerpo y pulsión


 
                                    
Cuerpo y pulsión
 
Susana Sujarchuk

 
 

Voy a comenzar la reunión plantando tres citas.
  1- “Nadie sabe lo que puede un cuerpo”
 Es una cita que incluimos en el curso de este año  y es central  en el pensamiento del filósofo  Baruch Spinoza del siglo XV. El cuerpo para él no se reduce a lo biológico, sino que  está ligado a la razón y al deseo, siempre van juntos. No sostiene una oposición entre cuerpo y alma, sino que las pasiones son parte de la razón, que las abarca y las incluye. 
2-   “No es preciso adentrarse mucho en un análisis de adulto, basta haber analizado niños para conocer ese elemento que confiere peso clínico a cada uno de los casos que tratamos, ese elemento es la pulsión”
“En efecto en la experiencia encontramos algo que posee el carácter de irrepresible, lo pulsional” J.Lacan Clase 13.Seminario 11.
3- Planteo de Laura Monksor en una clase del año pasado: “En la clínica con niños, muchas veces el cuerpo es el personaje principal, por mostración o por inhibición.”
Estas citas, van a ser el eje, el camino por donde transitar y plantear los problemas en nuestro encuentro:
El cuerpo en el tiempo de la infancia y su articulación con la pulsión.
Hace muchos años escribí un pequeño artículo donde estudiaba el  problema de cómo  los griegos leían, en la antigüedad, a los niños y a la infancia…el recorrido por algunos textos mostraba que los veían imperfectos en comparación a los adultos  Aconsejaban en la educación, normas y pautas  estrictas  para acallar o apaciguar al niño. Estaban preocupados por la formación del carácter, el ethos, de quienes serian los futuros ciudadanos. Platón  en su libro Las Leyes prescribía juegos fijos, los niños no debían  cambiar sus juegos, porque si hacían modificaciones en ellos se podían desarrollar como individuos creativos y generar cambios sociales en el futuro. Entonces los juegos debían ser fijos  en función de la estabilidad de la norma para velar por la tradición. Estaban interesados por la formación del carácter y por el desarrollo de la virtud (areté)
 Pasaron 1500 años..
Nos encontramos con el mismo problema; que hacer con el cuerpo del niño.
 Leemos algunos criterios diagnósticos que establece el e DSM IV para los  Trastornos  por déficit de atención y comportamiento perturbador.
-A menudo mueve  en exceso manos o pies…
-A menudo no presta atención suficiente a los detalles o incurre en  errores por descuido en las tareas escolares…
-A menudo corre o salta excesivamente en situaciones en que es inapropiado hacerlo..
- y siguen otros criterios…
  Entonces el DSM califica,  diagnóstica, y etiqueta…al cuerpo que ve…
 Se podría decir… es cierto que se mueve el niño…es cierto
 Es cierto que no responde a las consignas…es cierto
 Es cierto que es impulsivo…es cierto
 Se lo diagnostica… se lo observa y en ese sentido se lo medica.
Apaciguarlo, acallarlo y adaptarlo.
Pero, la diferencia: los griegos tenían ideales, acordes a la formación del carácter, a la virtud que esperaban de los ciudadanos de las polis.
Michel de Certeau en un  libro que se titula: Historia y Psicoanálisis subraya en un apartado que se llama  “Una estilística del deseo” que el gran movimiento Freudiano fue reintroducir los afectos en forma de pulsiones.
Dice:”Los afectos son la forma que toma en la obra de Freud el regreso de las pasiones…
Eliminadas del discurso de la ciencia, las pasiones fueron arrojadas al dominio de la literatura….
Con Freud reaparecen en un discurso económico”
La ciencia a partir del Siglo XIX ubicó a las pasiones y a los afectos del lado de lo no serio: del lado de lo  literario,  reduciéndolas a desviaciones psicológicas con relación al orden, para finalmente marginarlas.
Por lo tanto Freud reagrupa, según su propia concepción del aparato psíquico, a las pasiones que fueron rechazadas en nombre de la racionalidad.
Fíjense que Freud al introducir la pulsión introduce aquello que es fronterizo entre lo anímico y lo somático.
La pulsión como representante psíquico de los estímulos que proviene del cuerpo y alcanzan el alma.
Como medida de una exigencia que es impuesta a lo anímico a consecuencia de su trabazón con lo corporal.
Con Freud  no hay más cuerpo por un lado y razón por el otro. Hay una imbricación entre ambos, un anudamiento.
Hay una exigencia desde el cuerpo que interpela a lo anímico.
Entonces a) Freud reintroduce en la ciencia aquello que la ciencia rechaza, los afectos, las pasiones, La pulsión es propiamente el concepto que marca está diferencia.
b) Michel de Certeau  plantea que la regla de todo tratamiento psicoanalítico contradice frontalmente una norma primera y constituyente del discurso científico; que quiere que la verdad del enunciado sea independiente del sujeto locutor.
En cambio para el psicoanálisis es decisivo el lugar del locutor.  Y además que este lugar “del locutor” está determinado por sus afectos.
Entonces desde este punto de vista importa para nosotros analistas, la singularidad del locutor, su afectividad, diríamos el modo de cómo relata y no solo lo que relata.
 Ahí donde lo científico rechaza la subjetividad y la pone como patógena, el psicoanálisis ve como positivo que se introduzca lo subjetivo.
Ahí donde el primero lo condena, el segundo lo defiende.
Confesar los afectos es también re-aprender un lenguaje nuevo que la ciencia rechaza, ver en el texto las marcas de la propia producción.
Michel de Certeau dice: Siguiendo el juego de los afectos, entre sus ocultamientos y confesiones el psicoanálisis analiza de hecho las modalizaciones del enunciado por los contextos del habla.
“Funda una lingüística del habla”
Entonces el cuerpo que observa, califica y ordena el DSM  está lejos, es diferente al cuerpo que se escucha, lee, piensa y teoriza en el psicoanálisis.
Para el psicoanálisis, el cuerpo es de otra complejidad, es un cuerpo entramado, de otra textura. Entramado entre lo simbólico, lo real y lo imaginario.
El tema no está planteado en relación a la medicación. Sino que desde el punto de vista de la clasificación, el  cuerpo le es cada vez más ajeno al niño, es objeto del otro y para el otro, que lo observa y lo juzga.
Mientras el psicoanálisis invita a que ese cuerpo sea subjetivado por el niño. Que él pueda hablar de su sufrimiento.
De que manera?  A través y por el discurso, en los juegos, en las producciones gráficas, en las escenas que cobrarán valor significante a medida que se despliegue la transferencia.
Que cobraran valor significante implica que se anudaran a la historicidad propia del sujeto.
 Con esto quiero decir que no alcanza con que el niño juegue, el juego del niño necesita de una lectura, que lo anude a su singularidad.
El cuerpo que se mueve, que no para, tiene algo del orden del exceso, que es necesario que se pierda, que se tramite vía lenguaje.
“El problema clínico se plantea a nivel de la satisfacción, algo les pasa a los pacientes en ese nivel,” dice Lacan,  Sienten que algo no anda bien…”
E indica justamente  que nosotros  analistas, intervenimos en el asunto porque encontramos que ahí, hay demasiado esfuerzo, demasiado sufrimiento, un penar demás asociado a la pulsión.
“Nos metemos en el asunto porque creemos hay otra vías, vías más cortas…porque el estado de satisfacción se ha de rectificar a nivel de la pulsión”
Entonces la pulsión exige trabajo  psíquico. Es una fuerza constante, para Freud tiene un carácter de perentoriedad.
La meta es la satisfacción, Lacan la va a plantear como imposible, entonces ¿cuál va a ser la meta ?  Hacer el recorrido, volver sobre el borde.
Al dar la vuelta, la pulsión contornea un vacío, y hace que el objeto sea indiferente
La fuente para Freud es un proceso somático, que se desarrolla en un órgano o en una parte del propio cuerpo, representado en la vida anímica.
Para Lacan son también las zonas erógenas que tienen estructura de borde.
“Entonces la pulsión es un montaje a través del cual, la sexualidad participa de la vida psíquica y de una manera que tiene que conformarse con la estructura de hiancia característica del inconciente”
El punto, la mira, está en la integración de la sexualidad a la dialéctica del deseo.
Si seguimos la propuesta de  M. Cristina Vidal en relación a la clínica con niños podemos plantear lo siguiente:
En la estructuración del cuerpo del sujeto en tanto afectado por el lenguaje, se destacan dos niveles el de la superficie del espejo que trabajaron con Sara Wainstejn y el determinado por el trazado de la pulsión.
El narcismo introducido por Freud se corresponde con el cuerpo imaginario. Esta imagen implica la creencia en una unificación. Hay una pregnancia de la imagen en la medida que ella anticipa la unificación corporal. Se trata de un primer registro de la superficie del cuerpo dado por lo especular y que da a entender un cuerpo ilusoriamente sin agujeros, un círculo cerrado, no dividido.
La superficie de la imagen permite instituir el cuerpo de lo imaginario que solo puede ser pensado en su articulación simbólica, real.
El anudamiento RSI es sostenido por el trabajo de lo imaginario cuya función es la de unir, mantener junto.
Lo imaginario da consistencia al nudo y se apoya en el cuerpo.
 Entonces tenemos la superficie del espejo como fundamento de lo imaginario, pero también tenemos que incluir el límite a lo especular, donde la Cosa antecedente del objeto a opera como función de separación del goce del Otro produciendo el rasgo diferencial que se inscribe en lo simbólico.
En tanto decíamos que la superficie del espejo es vivida como la esfera, la acción de la pulsión revela la hiancia del cuerpo del otro y del sujeto, desde está perspectiva el cuerpo tiene estructura de borde.
Entonces como decíamos la pulsión está en la frontera entre lo psíquico y lo somático. No resulta de una maduración prefijada del cuerpo, no hay ninguna metamorfosis natural de la pulsión oral a la pulsión anal; y se estructura en torno a un objeto que se pierde que como lo señala Freud no procede de la unificación de la imagen.
“…Cuando la primerísima satisfacción sexual estaba conectada con la nutrición, la pulsión sexual tenía un objeto fuera del cuerpo, el pecho materno. Lo perdió justo en el momento en que el niño pudo hacerse la representación global de la persona a quien pertenecía el órgano…”
Entonces es a partir de la perdida que se produce la pulsión parcial, el encuentro es siempre reencuentro.
El destete, en cuanto seno, se inscribe como perdido y origina la pulsión oral que siempre es un anhelo de algo que no está.
La demanda del Otro confronta al niño con dar o retener las heces; inscribiendo la pulsión anal.
“El pasaje de la pulsión oral a la pulsión anal no se produce por un proceso de maduración, sino por la intervención de lago que no pertenece al campo de la pulsión, por intervención o desvío de la demanda del Otro…”
En el centro está la función  del objeto a,  objetos de la demanda: pecho y heces. Objetos del deseo: voz y mirada.
El falo en tanto significante posibilitará que la perdida se articule a la castración, para que la demanda se anude al deseo.
En el análisis, acordando con lo que plantea Cristina Vidal, es necesario construir un tercer nivel que es la superficie de discurso. Porque en el análisis se trata de la articulación de la palabra como actos que producen cortes, torsiones, nuevos anudamientos y que una cuestión para el analista es como poder construir esa superficie de discursiva donde operar.
El analista debe estar atento a la pregnanacia que gana la imagen del cuerpo para situar su escucha en el nivel que se articulen los efectos del significante en las producciones del niño.
El cuerpo del niño y el cuerpo del analista entran en escena en cuanto consistencia, en cuanto consistencia imaginaria cuya función de ligadura sostiene el análisis.
Entonces el analista debe en el análisis con niños prestar el cuerpo, prestar el cuerpo, prestar como estrategia de la cura y por lo tanto articulado a la instauración de la transferencia.
Se trata de un prestar, como forma de instituir un semblant que implica un límite, una barrera al goce de forma que la tensión agresiva y la excitación erótica sean barradas.
Es un artificio que delimita goce y abre a la construcción de una superficie psíquica donde el analista pueda operar.
La función de semblant implica que el analista sostiene el juego, el no es partenaire del juego en la medida que no está implicado en sus subjetividad.
Pero posibilita la constitución de un espacio que como todo espacio no se reduce a lo imaginario sino que incluye la dimensión simbólica y también lo que se sustrae y se pierde y apunta a lo real.
En el analista hay un prestar el cuerpo y al mismo tiempo un estar afuera, una relación de conjunción y disyunción entre la consistencia y la ex- sistencia que promueve la constitución del sujeto.
 
En la clase se presentó un material clínico, donde se pudo pensar la articulación entre  el cuerpo, el padecimiento y el síntoma.
 
 
Referencias bibliográficas.
Historia y psicoanálisis, Michel de Certeau
Ética, Baruch Spinoza
Los Cuatro Conceptos fundamentales del Psicoanálisis,  J.Lacan
Tres Ensayos para una teoría sexual.S.Freud
Pulsiones y sus destinos. S.Freud
Los Niños entre la Naturaleza y los Ideales. Artículo Revista Inscripciones. S.Sujarchuk
Conferencia sobre objeto y pulsión en las psicosis. Sara Cagliolo

 

domingo, 19 de mayo de 2013

Clase 18 de Abril: La clínica con niños hoy

 

LA CLÍNICA CON NIÑOS HOY  

Laura Monczor

                                                

Vamos a comenzar el año contando cual va a ser su particularidad: inclusión en el programa del espacio Relatos de la práctica. Se trata de transmitir el modo en como temas puntuales y fundantes de la clínica con niños, se trabajan aquí en el hospital. Esto implica tener en cuenta las características del equipo tratante, las del hospital, y las particularidades de la demanda.

Qué es lo particular de la clínica psicoanalítica, teniendo en cuenta que se ejerce en el hospital? Es de todos modos, el hecho de ser una clínica en transferencia

En la clínica con niños en el hospital, los lazos transferenciales se multiplican: transferencia de los padres con el analista y del niño, por supuesto, pero también al hospital. Hay que tener en cuenta que quien demanda no lo hace buscando un análisis: viene a buscar una terapéutica, cualquiera sea, que alivie al adulto que consulta por el niño.

Consultan porque algo no funciona, cojea, se traba. No necesariamente en el niño, tal vez lo que no funciona se sitúa del lado de los padres, de la escuela. O consultan por una situación de abuso, maltrato, violencia, extraordinaria al mundo de la infancia.  O simplemente son derivados por un juzgado, y no tienen inquietud de consultar sino obligación. O consultan esperando del psicólogo del hospital, un veredicto, un testigo de sus propias acusaciones, algo así como un detective. Pero cuando se nos presentan lo primero que surge de nuestro lado como pregunta, es si el pedido inicial no puede convertirse, más allá del motivo de consulta, en la ocasión de un encuentro. Siempre y cuando, despejemos que ese encuentro entre un niño y un analista, es necesario. Si no, pasamos a formar parte de quienes acompañan un proceso en el que nada pasa y el niño supuestamente se resiste, los padres se quejan o les viene muy bien que todo siga igual, en fin, sostener un  tratamiento cuando no es necesario tiene también sus consecuencias. El PSA no es prevención, no es educación, no es una forma de vida espiritual. Tiene que producir un cambio del lado del sujeto en el sentido de un encuentro con lo que le es más singular. Esto tiene como condición el establecimiento de la transferencia.

Los niños que son traídos a la consulta, vienen pre-interpretados, mal de todos desde que existe el PSA, y en muchos casos pre-diagnosticados. ADD, bipolaridad, anorexia infantil, o nombrados: es un monstruo, es incontrolable, es un desastre, un delincuente, un perverso.

El año pasado salió un artículo en el diario Clarín, del cual me entero a través de un adolescente que quería mi opinión para saber cuántos niños se designarían entonces como enfermos. El artículo comenta que en el DSM 5, se incluirían como patológicos los berrinches en los niños. Dice que “(05/12/12 – Clarín):

Nenes y nenas experimentan berrinches. Porque quieren un juguete y no se lo compran. Porque no quieren comer cuando los obligan. O simplemente se empacan, se enojan y no caminan. Si esas pataletas infantiles se repiten más de tres veces por semana a lo largo de un año, ahora se consideran parte del “trastorno de desregulación disruptiva del humor”, según la nueva edición del emblemático manual de la Asociación Americana de Psiquiatría de los Estados Unidos. Esto es, los berrinches repetidos son catalogados como “desórdenes” mentales. Un cambio conceptual que es apoyado por algunos psiquiatras y ferozmente cuestionado por otros.

La quinta edición del manual (se lo conoce como DSM-5), que es como la “Biblia” de la psiquiatría en el mundo occidental y se utiliza para cubrir o no tratamientos de las obras sociales, las prepagas y hasta en casos judiciales, fue aprobado el lunes, después de muchas discusiones sobre la delgada línea que separa lo normal y lo patológico. La primera edición se publicó en 1952, y la última estará impresa en mayo próximo.

“Nuestro trabajo apuntó a definir de manera más exacta las enfermedades mentales que tienen un verdadero impacto en la vida de los enfermos, pero no a ampliar el campo de la psiquiatría”, opinó David Kupfer, que presidió el grupo de trabajo para la revisión.

Uno de los cambios con respecto a la edición anterior fue el de incluir al trastorno de los berrinches repetidos, que incluye a los chicos que exhiben irritabilidad persistente y tienen “episodios frecuentes de ataque de llanto tres días o más veces por semana durante más de un año”. “El diagnóstico intenta tratar preocupaciones sobre la posibilidad de sobrediagnóstico y sobretratamiento de desorden bipolar en chicos”, aclaró la asociación a través de un comunicado.

¿Qué sentido tendrá que los berrinches sean etiquetados dentro de un desorden mental? Beatriz Moyano, vicepresidenta de la Asociación Argentina de Trastornos de Ansiedad y directora del Centro Interdisciplinario de TOC, Tourette y Trastornos asociados, dijo a Clarín que “permitirá tratar mejor los casos de chicos que tienen pataletas explosivas y frecuentes que eran diagnosticados erróneamente como bipolares. Es un trastorno que genera dificultades en la relación de los chicos con sus pares y sus familiares, y al figurar en el manual puede ser cubierto por las obras sociales y prepagas. No son simples caprichos. En algunos casos, se resuelven con psicoterapias conductuales y técnicas de relajación, y en otros casos, más serios, se necesita medicación”. Pero no todos los psiquiatras están de acuerdo. Ni siquiera con etiquetar a los berrinches como “trastorno”.

Para José Sahovaler, psiquiatra y psicoanalista especializado en niños y adolescentes de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), “el manual empezó como una convención de trastornos de adultos y fue avanzando hacia la infancia, basándose más en criterios farmacológicos. La última versión es un ataque a los derechos de los chicos, que empezaron recién a ser reconocidos durante el siglo pasado. Si los nenes y nenas tienen berrinches y son rotulados con un trastorno, se pierde la pregunta sobre qué les está pasando verdaderamente”.

En tanto, el médico psicoanalista Gustavo Duspuy, que forma parte de un equipo de lucha contra la patologización y medicalización de la infancia (www.forumadd.com.ar), afirmó: “Los berrinches son descargas de los chicos. No deberían ser considerados trastornos porque se pasa a considerar a los chicos como máquinas que necesitan repuestos, y eso lleva a medicarlos”. Y agregó: “El nuevo manual es funcional a los intereses lucrativos de los laboratorios farmacéuticos”.

Interesante discusión, ya que una vez establecido el DSM, no es fácil que no exista la consulta por los berrinches.

Eric Laurent trabaja este tema en “La clínica analítica hoy. El síntoma y el lazo social”, recordando que el síntoma para el PSA es definido en sentido amplio como aquello que cojea, que no anda, que nos muestra el empecinamiento de la clasificación diagnóstica para que nada quede por fuera de lo definido como normal o patológico, haciéndose la línea que separa uno de lo otro cada vez más desdibujada. Hay un abuso del diagnóstico por el síndrome, que deja a la experiencia clínica, la escucha y el “respeto” por el sujeto por fuera. Si esto se redujese al ámbito del DSM y la farmacología no habría tamaño problema. El problema surge cuando estos diagnósticos son utilizados por escuelas, jueces, padres, etc.. Qué lugar para el niño que quiere ser escuchado con sus manifestaciones discursivas, impulsivas, corporales? Cuáles son las consecuencias de la obturación de la escucha por la adjudicación de un título para una enfermedad? Es posible reducir un síntoma a un trastorno?

Como decía el año pasado, la reducción de un síntoma a un trastorno trae aparejado, entre otros problemas, la detención en el despliegue discursivo. Si el niño es un enfermo, se lo responsabiliza por su trastorno, los padres y escuela se lavan las manos, el trabajo se realiza con el trastornado, que asume ese nombre y es desde ese momento un cuadro patológico.

 Si la inserción social, escolar, institucional, se define por el criterio de normalidad que propone una normativa estrecha, acotada, en la que el estallido de la pulsión, p. ej, quedan por fuera de lo admisible, la posibilidad de un niño de manifestarse es casi nula. Pero no hay que olvidarse de que el inconciente insiste y su acallamiento no es posible. Es la presencia del Inconciente lo que puede entonces convertir a esa consulta en un encuentro.

La derivación al hospital muchas veces se realiza fuera de tiempo para el niño, cuando “las papas queman”: flia es derivada a consulta cuando por su comportamiento el niño ya ha sido expulsado del ámbito escolar, derivado a una escuela especial, etiquetado como insoportable o intratable.

Otras veces, viene acompañados por haber vivenciado situaciones que extralimitan el mundo de la infancia: abuso, maltrato, abandono, etc.

Algunas parten de la preocupación de los padres por no saber qué hacer con el padecimiento del niño o porque surge una pregunta acerca de su quehacer como padres.

En todas las situaciones, quien está dispuesto a recibir en atención a un niño en el hospital, está dispuesto también a recibir a los padres, a la escuela, a interconsultar con servicio social, pediatría, psicopedagogía, etc, sin temor a la cuestión de si eso forma parte o no de la tarea de un psicoanalista.  El equipo de niños trabaja con el niño, pero no solamente. Más bien, trabaja PARA el niño articulando, por ejemplo,  las instituciones en las que está inserto.

Es qué, como se supone que un  niño resolvería sus problemas con sus pares si no puede ir a la escuela en su horario o directamente se le da un “pase” a una escuela especial donde no encuentra pares de sí mismo? Cómo se trabaja con una escuela que lo que nos pide es que avalemos su decisión de no trabajar con el niño?

Dos ejemplos contrapuestos: en uno, la escuela nos convoca a una reunión para comunicar que el niño va a ser excluido de la misma porque no se puede sostener su permanencia en el aula: es marzo de 1º grado y J tiene dificultades para permanecer en el aula: deambula por la escuela. J ha sido traído a la consulta por su padre 20 días atrás, cuando el niño manifestó que no quería comenzar primer grado. Se les pide tiempo para trabajar, nosotros y la escuela misma. No se lo dan, no lo soportan, y J es cambiado a una escuela de recuperación. Otra escuela llama porque el último día de clases, se han enterado por una mamá del grado de A, que es paciente del hospital, que A “abusó sexualmente” de otro niño del grado. La pregunta de la escuela en este caso tenía que ver con que los abuelos que están a cargo de A, planteaban que A era un perverso. La directora lo situaba en otro lugar, y quería saber si nos parecía atinado seguir sosteniendo a A en la escuela ya que había interés en trabajar con ambos niños y si ese acto se podía situar en alguna coordenada de la historia de A. La escuela es la institución  por excelencia que aloja a los niños. Que estén dispuestos o no a trabajar con ese niño, en sus circunstancias particulares, como serán transmitidas y significadas las intervenciones, tendrán sin duda efectos.

Es que molestan, cuestionan el accionar del adulto, y son tratados muchas veces  como si no estuvieran insertos en una historia, en relación a un discurso, en relación a su cuerpo y a lo Real que se les impone.

Incluso por épocas, y dependiendo de la información mediática, la consulta pasa por el temor a que tal o cual niño, ejerza violencia, etc. (p.ej., si sale una noticia de violencia en una escuela, probablemente aumente la derivación de niños considerados potenciales criminales.

Entonces, un primer momento en la consulta, impone un tiempo para pensar el porqué de la consulta, quien la moviliza, quien la demanda, y si ese niño tiene o no que acceder a un tratamiento. Qué cuestiones son propiamente infantiles y qué cuestiones son sintomáticas. Donde ubicar lo que no anda.

La demanda a la que se presta el profesional que trabaja en el hospital, genera angustia, desconcierto, impotencia en muchos casos. Porque si el ideal es la Salud Mental, el criterio de Salud como universal se convierte en un imposible. Entonces, es sano estar en duelo? Es sano pelearse con los hermanos?  Es sano estar triste? Es posible alcanzar un estado de bienestar? etc.…….Después de leer el Malestar en la cultura, texto siempre vigente, es posible que no le demos cabida al malestar en la vida cotidiana?  Que respondamos al imperativo de la felicidad? Que nos creamos que el ideal  nos promete la realidad?

 Si pensamos al síntoma en el niño como una interpelación al Otro, el diagnóstico que borra la singularidad, obtura también la pregunta y obstaculiza ese modo de relación al Otro. La relación al Otro  determina el lazo social, del que tanto nos ocupamos.

Pero en el análisis con niños no se trata siempre del mismo niño: los tiempos de constitución subjetiva obligan a que pensemos necesariamente en qué momento ese niño se encuentra: el no poder sostener por un tiempo un juego a los 2 años no entra en consideración como algo “fuera de lugar”. A los 5, la irrupción pulsional, nos alerta.    “En estos análisis nos confrontamos con un yo inacabado o endeble, como lo llamaba Freud en el Esquema del Psicoanálisis, defendiéndose de los peligros internos ya que, de los externos lo defienden los padres. Pero lo interior se puede convertir en un exterior amenazante”, plantea Isabel Goldemberg en su artículo Niñez y Síntoma. Y continúa: Pero todo comienza  con un encuentro de cuerpos, y el cuerpo a cuerpo del inicio dejará  paso a la puesta en juego del dispositivo, al discurso analítico. Pero ¿cómo lograr hacer discurso de eso que es el cuerpo y más aún cuando es un cuerpo con desórdenes?.”

El análisis con niños es una puesta en acto de la estructura de ficción, que es nada más y nada menos que su verdad. El juego, como ficción, permite desplegar las versiones que dan cuenta de su presentación. El límite es el cuerpo.

Trabajaremos esto durante el año, en relación al niño y la transferencia, el cuerpo y la puesta en juego,  y el exceso pulsional que se impone como traumático.

Para finalizar, quiero contarles una viñeta de un caso que me cuestionó, en términos de la entrada en  análisis de un niño, de entrecruzamientos discursivos entre distintas instituciones, de lo que a uno le provoca como analista un niño de estas características. Se trata de E, de 3 años, por quien consulta la madre, luego de que el Juzgado imponga al padre una restricción de acercamiento. Esto se dictamina, a raíz de que el padre viola a la prima de E, con quien conviven. Además de ese abuso, el padre había filmado la violación, y mostraba también a E películas pornográficas. E dice extrañar a su papá y no saber por qué se fue, y lo primero entonces que se trabaja con la madre, es que como contarle que lo que su padre había hecho era algo malo y estaba condenado por la justicia. Luego de que le madre le comente por qué no podía ver al padre, plantea que está más tranquilo, que cuando su padre sea bueno lo va a poder ver, postergando esa expectativa a futuro.

 E viene muy dispuesto a las entrevistas, en las que habla mucho, y elige  juegos reglados, haciéndome saber que es muy inteligente, pero exigiéndose entender aquello incomprensible para cualquier niño. Por otro lado es un pequeño encantador, muy menudito y charlatán, llama la atención de todos en la sala de espera, incluso la mía.

Durante las entrevistas despliega todo su interés  ahora más por saber que por entender, (saber jugar, saber contar). Últimamente, se le diagnostica en Endocrinología, que hay que administrarle hormona de crecimiento, un pinchazo diario. Esto lo enfurece, le duele y lo molesta pero le va a permitir crecer. Veníamos con este tema, cuando  en la última entrevista, entra y me dice que cuando sea grande lo va a buscar al padre con quien está muy enojado. Y va a ser tan grande que no va a entrar por la puerta así que no va a poder venir más a jugar. Finaliza esto diciendo “psicóloga, ahora jugamos?”. Esto me generó varias preguntas: este enunciado de E, en el que por primera vez puede pasar de padecer el abuso externo a hacer algo con eso, es un cambio de posición? implica un inicio de tratamiento pudiendo implicarse de otro modo en el tema? (no sólo por lo que la madre le diga o por lo que disponga la justicia).  Se pone en juego también su decisión de tolerar las inyecciones porque está  decidido a crecer. Y por último,¿ puso cada cosa en su lugar, nombrándome psicóloga en vez de Laura? (cosa que hasta ese día la justicia no había hecho porque el padre no estaba preso, y el lugar de los malos es la cárcel). Estoy convencida de que si E ha podido realizar este cambió es porque pasó de padecer su cuerpo como objeto de goce del padre a tomar la palabra e ir armando su propia versión de la historia en la que él tiene un lugar.

        Como comentario al margen de lo que se había trabajado hasta ese momento, pero que tendrá una fuerte incidencia de ahora en más, a la semana siguiente me avisa la psicóloga de la madre que el padre está ya, por fin preso hace 2 días.