"Nadie sabe lo que puede un cuerpo" B. Spinoza.


Frecuencia: semanal

Clases teóricas: obligatorias

Práctica hospitalaria: optativa

Bono contribución por la totalidad de la cursada: $100



viernes, 20 de abril de 2012

1º Clase: El niño y el Otro (20-04-12)



El niño y el Otro
Laura Monczor


Voy a tomar, para comenzar, las siguientes cuestiones:
1- Es en relación al Otro y a los otros que el niño puede velar los peligros, el acoso de lo Real.
2- el PSA, a diferencia de la clasificación psiquiátrica, nos permite pasar del signo al síntoma dirigido a otro.
3- Este momento actual no facilita el lazo con el otro
4- Ese Otro puede ser el analista

El primer modo de existencia de un niño es para los otros y es por los otros (Isabel Goldemberg, Síntoma e infancia), otros que lo esperan, idealizan, rechazan, alojan, y nombran al niño. Y si bien esos otros cuidan al niño de los peligros, no hay forma de que no quede expuesto a los peligros internos, lo pulsional, y a lo Real. La posibilidad de hacer algo con esos peligros tendrá que ver con cómo fue alojado en el deseo del Otro. Entonces, sin duda, la constitución del sujeto, es en relación al Otro, Otro del discurso, Otro del Inconciente.
Pero entonces, como hacer discurso de eso que el niño nos muestra? Desborde pulsional, peligro interno, apariciones de lo Real, peligro externo: la muerte, la obscenidad, la relación de los padres, etc.
Como hacer discurso de aquello que no se puede nombrar? Como velar los peligros, para que la angustia no tome el cuerpo?
 Vamos a trabajar esto más adelante, porque primero vamos a pensar cuales son algunos obstáculos que encuentra la práctica del Psicoanálisis hoy.
Los que ya me escucharon, saben que una de las preocupaciones que siempre nombro, tiene que ver con el mal uso del diagnóstico psiquiátrico en la infancia.
La poca tolerancia a los tiempos y procesos propios de lo infantil: el acoso insistente de la pulsión, el acomodamiento a las situaciones nuevas, la angustia, etc., ha reducido a cualquier situación de crisis  a un diagnóstico psiquiátrico: ADD, Bipolaridad, TGD, etc.. Hay un  apuro en pos de una supuesta “normalización”.  Normalización que responde a un ideal de los adultos que rodean al niño.
A esta normalización, que supone un niño ordenado, disciplinado, inserto en una estructura escolar tal vez expulsiva, pero con pretensiones de que el niño no haga ruido para aceptar su inclusión, (cómo dejar de hacer ruido en medio de tanto bullicio?), a esto responden la medicalización y el sobrediagnóstico, situación cada vez más frecuente en la atención a niños. La psiquiatrización  de lo propiamente infantil no ha traído resultados positivos pero si tiene la consecuencia de  la desresponsabilización de los adultos que rodean al niño.  El peligro del sobrediagnóstico es que la palabra queda reducida a un mensaje cifrado, el síntoma pasa a ser signo, y el nombre de la enfermedad, síndrome o cuadro otorga consistencia de ser al sujeto, pero congela el despliegue discursivo y por lo tanto el deseo. Si no hay discurso, se dificulta el lazo con el Otro.
Quiero decir, que si un niño es nombrado con un significante congelado, no hay despliegue del discurso, de la historia de la familia, del relato de los padres acerca  del niño. El niño queda capturado por ese significante, que si no permite el relato, tampoco permite la circulación de la demanda y del deseo.
Los adultos entonces se lavan las manos, el niño padece una enfermedad, y encontrarán los recursos para su curación: la medicación. Y esto nada nos dice acerca de la subjetividad del niño que es nuestro campo de trabajo.
El año pasado recibo a una pareja de padres que consultan por un niño de 4 años: se sorprenden cuando los cito a ellos en la primera entrevista. Para qué, si la dificultad es del niño? Maxi hace lío, hace ruido, molesta. No entiende que mamá y papá están cansados de trabajar, aunque concurre a una escuela doble jornada y de cansancio algo conoce. A mis preguntas, formuladas más bien para conocerlos un poco, se enojan. Esta consulta no es lo que querían. Qué tienen que ver con lo que le pasa a Maxi? Les propongo conocer a Maxi en una 2º entrevista: entran los tres. No confían en el dispositivo, vienen porque los mandan de la escuela. Maxi los invita a jugar, les muestra los juguetes: los padres insisten en que no han venido para eso. La desconfianza, que no es lo mismo que la falta de confianza inicial, es manifiesta. Deciden no venir a la tercer entrevista hasta que el neurólogo que han decidido consultar se los indique. Vuelven el mes pasado sin indicación alguna: la medicación no ha logrado mejorar su síndrome de ADD. Veremos si esto los ha implicado en algo. Por ahora se encuentran esperando su nuevo turno de admisión.
Nuestro desafío es cómo lograr hacer discurso de aquello que el niño nos muestra.
Entonces, retomando la pregunta inicial, cómo se despliega el discurso en el niño?. El juego es el modo discursivo privilegiado en la infancia. Es el juego lo que en un principio, permite poner un coto a lo Real. Velar el goce de los padres que los objetaliza.
La escena lúdica está armada con materiales de distinta índole: palabras, relatos, objetos, pero para que esa escena se pueda armar, es necesario que algo que de por fuera: lo Real, lo obsceno, el goce, la sexualidad adulta.
Pero en el análisis de un niño el cuerpo es el personaje principal, por mostración o por inhibición, cómo desplegar entonces un discurso, que permita armar un relato que lo aloje en un deseo y vele el goce?
O en otros términos, cómo hacer para que eso que hace signo, para los padres, para el neurólogo, para la escuela, etc., pueda enmarcarse en una historia y ser síntoma en el campo de la neurosis infantil?
El síntoma para el PSA, es una respuesta a una pregunta, a la pregunta por el deseo del Otro. El síntoma articula entonces en la pregunta, una demanda de saber, un lazo al Otro.
Por el contrario, el goce es autoerótico, no hace lazo. C. Soler va a hablar en este sentido de esquizofrenización del síntoma del sujeto, aunque, aclara, rigurosamente esto estaría mal formulado, porque el síntoma siempre está en relación al Otro. Pero llama síntoma autista a aquel que sustrae al sujeto de la relación con el semejante.
Entonces, lo que C. Soler plantea es que, el Otro, con su discurso homogéneo, que propone el igual para todos, la oferta de objetos de consumo, incluso la psiquiatrización del sujeto y el sobrediagnóstico, provocan el hecho de que los síntomas que va a llamar autistas, más ligados a la soledad del goce, estén en ascenso.
Pero el PSA no trabaja con los ideales, ni con la universalización, ni con la homogeneización del goce: no está en relación a la ética de lo mismo, sino de la diferencia: trabaja con el sujeto en relación a la particularidad del deseo, y es ahí donde podemos intervenir. El síntoma es siempre particular, inscribe la diferencia del sujeto, no es colectivizable, aunque a la vez, el síntoma es histórico, sufre la influencia del discurso. El inconciente tiene esa característica de estar en relación al discurso del Otro y a la vez ser lo más particular de cada sujeto.
(C. Soler plantea que, cada vez hay más síntomas que conectan al sujeto con un goce al margen del lazo social. O sea que sustraen al sujeto de su relación con el semejante, en beneficio de una goce cerrado sobre sí mismo. En realidad, dice, todos los síntomas están determinados por el discurso, no están fuera del lazo social, lo que cambia es su relación con el goce.)
El viernes en una entrevista, un padre, separado de la madre de una niña de 4 años, me explicaba que la nena quiere jugar con él, no puede jugar sola, le insume mucho tiempo (!) La recibe en su casa dos veces por semana.  Lo que sí, en función de una lucha judicial con la ex mujer, está solicitando la tenencia de los chicos. Lo curioso es que lo que no le hizo pregunta es porque seguía bañando y limpiándole la cola a sus hijos de 4 y 6 años.
Y no estoy hablando acá de los padres que francamente hacen de su hijo un objeto a maltratar, a abusar, etc., que sería otro cantar.
Estoy hablando de los padres que recibimos con más o menos estos matices, con bastante frecuencia y en la mayoría de las consultas. Padres que obviamente no articulan esto como pregunta para sí mismos, y que quedan entrampados también en esta inercia del goce, y que muchas veces no es sin padecimiento para ellos también.
Por eso los padres vienen a las entrevistas que los citamos para trabajar aquello que los compromete con el cuerpo del niño y con su propio cuerpo. Por eso apelamos a la ley que regula, al Otro que ordena y nombra.
Si logramos que se instale el dispositivo analítico, que el lazo con el Otro se establezca, contamos entonces con la transferencia, motor y obstáculo, pero siempre en relación al Otro, digo, al Inconciente.
El Inconciente usa de la palabra para manifestarse, de las imágenes, los sueños, equívocos, relatos, y por supuesto el juego.
El juego, en tanto y en cuanto pueda constituirse como tal, es la presentación de la posición de ese sujetito que tenemos frente, de su relato, su inserción familiar, su padecimiento. Es vía el juego también, como un personaje de este, que podemos intervenir.
Freud es quien marca la diferencia, que luego retoma Michel Silvestre, entre neurosis infantil y neurosis en la infancia, señalando en la Conferencia 23, que la neurosis en la infancia es efecto del encuentro con la sexualidad, vale decir, le da estatuto de neurosis actual, o sea que la aparición de la angustia se da sin mediar el recurso de la representación.
El niño carece de los medios simbólicos, del universo significante, para que las palabras se impongan como mediadores entre la sexualidad y la angustia: el juego es lo que permite instalar esta instancia mediadora ante lo Real, para el sujeto.
Si bien el límite a la palabra es estructural, y en el inicio no hay palabra del sujeto, es vía la palabra que el niño transitará de la posición de objeto en la que arriba al mundo, a la posición de sujeto. Clínica que no es exclusiva de la clínica con niños.
Al tratarse de actualidad, por el estar en constitución, es que el niño no es asequible a la interpretación. No estamos entonces hablando en el PSA con niños de repetición de una historia, o de ciertos significantes, sino que más bien se trata de una construcción y de que estén dadas las condiciones para que esta construcción sea posible ¿Construcción de qué? De la novela familiar. I. G plantea que no hay un antes a develar, sino un hoy a producir.

Agustina tenía 4 años  cuando consultan sus papás porque llora cuando la llevan al jardín, al que va desde los 2 años. Están separados desde el año de Agus, y el padre sostiene la hipótesis de que llora porque quiere que ellos estén juntos, mientras que la mamá está en pareja. La mamá no sabe que le pasa a su nena, y tampoco sabe si ella le hace mal estando en pareja, si hace las cosas bien o mal, si sufrirá porque el papá está todavía enamorado de ella. Sin embargo, el papá no pasa la cuota alimentaria correspondiente, no la deja a Agus compartir su cumple con la flia materna porque no quiere verlos, y cree que para que Agus esté bien ellos deben convivir nuevamente. Tan dolido está este papá, que no se percata de que la nena sólo llora cuando la mamá la lleva al jardín, y no cuando la lleva él o la abuela.
Agus se tranquiliza luego de algunas entrevistas con la mamá en las que se trabaja acerca de sus vacilaciones y comienza un análisis. A Mary le cuesta dejar a A, siente culpa por cada paso que da, no sabe si tiene derecho a estar en pareja teniendo una hija. Esto mediante, Mary le facilita a Agus el poder separarse. Cualquier cosa nos volvemos a ver….
 Al año y medio, entrando A en 1º grado vuelve la mamá a consultar por ella: A se pasa a su cama a la noche y tiene miedo que la dejen sola cuando está durmiendo. (El tema es que esto ocurrió de verdad en casa del papá,  y lo que dice  es que el padre entonces no la puede cuidar bien, sólo piensa en él.)
La cito entonces a Agustina.
Agus en las entrevistas juega a la mamá, la tía y los bebés. El papá está en la guerra y las dejó en la calle, con hambre, frío y sin dinero. Las mujeres tienen que sobrevivir y lo logran: sortean los peligros y protegen a los bebés. Cuando el padre, tan esperado vuelve, está pobre, enfermo, sin trabajo. El se queda cuidando a los bebés y las mujeres salen a trabajar.
El juego era verdaderamente una historia dramática: tanto tiempo esperando al padre salvador y vuelve en ese estado…. Pero las heridas se curan y trabajo se consigue, así que el padre se vuelve a ir a vivir la vida.
Trabajo por medio, el juego fue variando: la mamá ahora es millonaria y compra en un negocio comida, sillita alta, ropa, etc. El padre con mucho trabajo. Agus está muy bien en la escuela e incorporó nuevos amigos. El cambio de posición en el juego tuvo que ver con pasar de la lástima que el padre le generaba y la protección que le inspiraba la mamá, a que los grandes se cuiden solos y cuiden a los hijos. Hasta ese momento la atiendo.
Tiempo después me llama la mamá: A fue con otras 3 nenas a la casa de una amiguita, y el tío Raúl les mostró películas pornográficas y las amenazó con matar a sus mamás si les contaban. Entonces A se lo contó al hijo del novio de la mamá, de su misma edad, en voz tan alta que el papá del nene escuchó.
El tema se trabajó con la mamá, papá y escuela, pero lo interesante es que cuando la mamá le dice: esas son cosas de grandes, que vos no tenías que ver… la nena contestó: ¡eso decíselo a Raúl!!!!
El trabajo de análisis de un niño, no apunta a que se levante el síntoma, sino más bien a destrabar lo que se detuvo, una pregunta  dirigida a los padres que no ha llegado a buen puerto. El juego de Agustina da cuenta  de su posibilidad de recrear algo de esta historia y que, en fin, ahora que los adultos están en lo suyo, cada cosa está en su lugar.