"Nadie sabe lo que puede un cuerpo" B. Spinoza.


Frecuencia: semanal

Clases teóricas: obligatorias

Práctica hospitalaria: optativa

Bono contribución por la totalidad de la cursada: $100



viernes, 10 de septiembre de 2010

Curso 2010, Clase 10/9: Diagnósticos en la infancia


Diagnósticos en la infancia
Sara Wajnsztejn

Hace un tiempo, recibí un mail cuyo título en un principio, me resultó gracioso: “DSM V, no va a quedar nadie sano”. Pensé que se trataba de una de esas tantas cadenas que ironizan acerca de algún tema que habitualmente elimino sin abrir, pero esta vez pudo más mi curiosidad.
Aludía a un sitio “El psicoanalítico”, en el que me encontré con varios artículos que versaban alrededor del mismo. Parece ser que ya se está elaborando “casi en secreto”  podríamos decir, el futuro “Manual de Psiquiatría”, donde aparecen nuevos “trastornos mentales” que democráticamente incluirían a casi toda la población del mundo.
En los tiempos del DSM V no queda nadie afuera, cualquier combo de síntomas ya va a tener un nombre que podrá ser incluido en una clasificación.

“Clasificar es esencial para el progreso científico en cualquier disciplina”.[1]   

Clasificar es un fenómeno de nuestra época.
Lo visual predomina en nuestra cultura de la imagen y el rendimiento, siendo  justamente la clasificación de conductas visibles la que genera nuevas entidades clínicas que no son estructuras, ni síndromes ni enfermedades. Un ejemplo de ello es el tan nombrado por docentes, padres, médicos, etc. ADD o ADHD.
En nuestra sociedad tan influenciada por la tecnocracia, se tiende a reducir las prácticas sociales complejas como criar, educar, curar, a procedimientos técnicos.
Son problemas técnicos que hay que resolver. Los libros de autoayuda proveen técnicas de crianza; se reduce lo complejo e interactivo de la educación a un problema de aprendizaje, y la cura se simplifica como administración de psicofármacos y técnicas de reeducación.[2]
Clasificar es una técnica que se guía por lo aparente, y agrupa en una serie a los fenómenos que objetiva. El DSM IV se ha convertido en el respaldo clasificatorio, y casi en un tratado de psicopatología que define diagnósticos y etiologías.
Una clasificación se funda en una selección de datos donde hay un abrochamiento unívoco entre un hecho y su significado. El dato clínico no requiere desciframiento, sino que es signo de una información.
El logro clasificatorio es la inclusión en una serie de la cual cada ejemplar es una parte. En ese sentido el ADD es un trastorno que no requiere desciframiento ni interpretación; de lo que se trata es de eliminarlo.
Ser ADD es una etiquetamiento al que se arriba a través de métodos de clasificación como ocurre con los tests al alcance de cualquiera que se encuentran en Internet.
En relación a un pequeño paciente la directora de la escuela a la que el niño concurre, después de haber llegado por iniciativa propia al diagnóstico de ADHD, recomienda a sus padres que le den la pastillita antes de entrar a la escuela.
Para Freud, en Psicopatología de la vida cotidiana, no hay un aminoramiento cuantitativo de la atención; la atención está perturbada por un pensamiento ajeno que la demanda y que altera su distribución.
La atención no está en déficit, sino que lo que ocurre es que no está disponible, estando enfocada en otros intereses y objetos cuya investidura la atrae.
Esta forma de malestar no puede ser pensada como lo venimos planteando a lo largo de todas las clases por fuera de los sinsabores de la vida y de la época.
En Occidente la familia compartió su espacio formativo con la Iglesia. Actualmente ocupa un escenario decreciente en relación con otros ámbitos de socialización formales, como la escuela, e informales como los medios masivos de comunicación.
Georges Duby plantea: “Así la familia pierde progresivamente sus funciones que hacían de ella una micro – sociedad. La socialización de los niños ha abandonado totalmente la esfera doméstica. La familia deja de ser una institución para convertirse en un simple lugar de encuentro de las vidas privadas”.[3]
Lo que ha cambiado en el pasaje de la Modernidad a lo así llamado por algunos Post – modernidad, es que el lugar del ciudadano ha sido sustituido por el del consumidor.
El consumo es una práctica instituyente de subjetividad, desbordante y difícil de limitar. Una práctica que aparenta incluir pero que excluye y fragmenta.
Si los ciudadanos son iguales ante la ley los consumidores en función de su capacidad adquisitiva son claramente desiguales.

“El consumo mediado por la publicidad produce marcas que también marcan y establecen formas de linaje”.[4]

Quienes pueden acceder, pertenecen, están incluidos. La relación con el consumo produce una ilusoria simetría. El consumo es ahora. La inundación con diferentes productos lleva a la homogeneización entre niños y adultos en relación a lo que se consume.
Los teléfonos celulares, IPODS, notebooks, etc. son tanto para niños como para adultos. Si los chicos juegan a ser grandes porque hay una distancia a recorrer y esta distancia está salvada: ¿para qué crecer?
La temporalidad del consumo no es la de la escuela, donde el que haya que construir un saber implica un tiempo de espera y que necesita ser recorrido.
Si en la modernidad los padres eran los agentes de socialización primaria de los niños, ahora en cambio la publicidad asume la tarea de “educar”  a ambos, colocando en un lugar de simetría a padres e hijos para que hagan la carrera de consumidores.
El linaje empieza a estar cada vez más ligado a las marcas y  a lo que se consume.
La desintegración familiar puesta de manifiesto por la precariedad habitacional, ocupacional, o por las exigencias de supervivencia, revela que hay otras formas de desintegración más sutiles.
Se quiere arreglar con la química que aportan los psicofármacos algo que se ha roto en al relación, en la “química” entre padres e hijos. En este sentido es que la casa se convierte en un multiespacio donde se superponen las vidas privadas.
El saber estructurado y la investidura del maestro junto con la del estado y del padre han caído, y la norma pasa a ser una opinión más.
La presión eficientista y consumista convierte cualquier área de la vida en algo que debe medirse en términos de rendimiento. La modernidad ha alimentado la fantasía que todos los problemas pueden ser redefinidos en términos técnicos, y con recursos provenientes de la ciencia.
Ya lo anticipó Aldous Huxley en Un mundo feliz, donde cada uno está genéticamente predeterminado a ocupar un lugar y lo esencial es que no se salga de la norma, y si algo falla se cuenta con el soma, píldora de uso masivo para el bienestar: un gramo de soma quita al menos dos sentimientos desagradables.
El ADD es una falla en el control, la programación o la selección, y el metilfenidato, el soma postmoderno.
La antropotecnia nos confronta ya con el desafío de defender nuestro derecho al azar y a contingencia. Siempre y cuando haya padres y no sponsors o botellas de clonación.
En la medida que haya procesos de subjetivación y aprendizaje mediados por humanos y fundados en anhelos de trascendencia, podríamos salir de la hipnopedia.
Entendemos por ello el proceso de crianza sin padres que se efectúa por miles de repeticiones,  sobre el deber ser, escuchadas durante el sueño propuesto por Huxley.
Sin embargo, para desarrollar un supuesto enfoque holístico, hay quienes pretenden salvaguardar las apariencias de protección a la subjetividad, vinculando las neurociencias con el psicoanálisis.
En los desarrollos del premio Nobel Eric Kandel y sus colaboradores le otorgan al psicoanálisis una especie de lugar tutelar, indicando qué falta para que las drogas puedan actuar complementando la interpretación.
La aporía que aparece es que precisamente, el psicoanálisis actúa preservando una falta y no completándola. Es curioso que se mida la eficacia analítica, por el incremento de procesos cognitivos, cuando en verdad dicha acción se vincula con el trabajo de la falta misma.
En verdad se sustituye por la eficiencia, lo que es eficacia, de acuerdo a los parámetros del consumo que señalábamos.
Donde se trata de la falta la apuesta es a que nada falte.  
La naturalización de la presencia de pastillas en la cotidianidad de Occidente descansa en un  pacto entre las tecnociencias y el mercado.
Se toma estimulantes para trabajar y manejar, viagra, para facilitar el encuentro sexual inclusive en situaciones en las que no hay necesidad orgánica funcional, esteroides para facilitar el rendimiento deportivo, éxtasis para que siga la fiesta, marihuana para distenderse, por lo que podemos preguntarnos qué tiene de raro que los niños consuman estimulantes para no dispersarse en clase.
Esta alianza reformula intervenciones relativas al sufrimiento humano. La intervención ya no es quirúrgica como en otras épocas – lobotomía, etc., sino farmacológica.
Se plantean dos ejes de intervenciones posibles: el primero sobre la información codificada en los genes y el segundo sobre los flujos eléctricos cerebrales.
Basados en la soldadura: un gen, una enzima, un neurotransmisor; se dibuja un horizonte donde las enzimas pueden ser neutralizadas por psicofármacos que corrigen el paso posterior.
“Intervenir es situar algo entre dos cosas, hacer ingresar  a un espacio preexistente como las sinapsis, o muchas veces virtual, como se hace lugar a lo fantasmático en el jugar transferencial”.[5]
Al medicar se interviene con un fármaco  en el espacio intersticial entre dos cuerpos neuronales o sus prolongaciones. Se hace ingresar iones y moléculas que interceden frente a una condición que se evalúa como fuente de padecimiento, alterando ese equilibrio para proponer otro.
El espacio de intervención es esa hendidura sináptica y desde ese “entre” se incide sobre los cuerpos que la delimitan. Desde ese lugar se actúa sobre el cuerpo produciendo efectos más allá de lo estrictamente corporal.
El fármaco actúa más allá de los niveles bioquímicos para activar un nivel fisiológico que incide en lo cognitivo y está determinado por lo psicológico.
La intervención psicofarmacológica apunta a restaurar un orden, una unidad y una armonía perdidas. Intentan recuperarlas haciendo callar el síntoma, blanco principal y único de su acción.
El psicoanálisis interviene en el conflicto, lo aviva, incluso con la proliferación de los síntomas, y no busca recuperar equilibrio alguno. Rescata lo incongruente, lo insensato, la diferencia.
Las consideraciones que tienen al uso de psicofármacos como fundamento, pueden ser inscriptas según el modelo que oportunamente ha construido Foucault para definir la biopolítica.
Este control ya no disciplinario de los cuerpos sino de las redes neuronales mismas, distribuyendo la población, en normales y anormales, por ejemplo, concepto bioplítico que ha sustituido por ejemplo al político de pueblo, se apoya en un régimen de verdad novedoso en la historia de las ciencias y en particular de la medicina.
Los descubrimientos de la anatomía patológica en la época clásica, permitieron ubicar, localizar, aunque esa localización sea virtual o funcional, el cuadro, lo que se llama cuadro clínico.
A la tradicional ordalía donde decía la verdad quien pasaba la prueba – caminar sobre fuego, vencer en una lucha, etc. se pasó a la verdad por demostración, en donde es verdad aquello que la sofisticación técnica permite ir descubriendo: realidad plena y su verificación cognoscitiva.
Los modelos farmacológicos que vengo describiendo pertenecen a este último régimen: es tenido por verdadero aquello a lo que el modelo se aplica, bajo la ilusión que la verdad está ahí esperando a que por ejemplo el diagnóstico por imágenes avance más aun.
Quiero decir que el argumento que la acción de los neurotransmisores se ve, no elimina el hecho que se decide ver eso. Se podría ver otra cosa. El modelo – recordemos lo que decíamos de la alianza tecnociencia y mercado – antecede virtualmente la operación diagnóstica.
El régimen de verdad del psicoanálisis con esa impronta que por la vía de la sorpresa la verdad no se agote en el saber, se acomoda más al primer régimen, por eso la idea de resistencia, de maniobra de la transferencia, etc., o lo que afirmábamos acerca del avivamiento del conflicto.
No se trata de la propuesta cínica de desmentir el valor de la ciencia para la época ni de que el psicoanálisis opera sobre el sujeto de la ciencia.
El problema que sí merece ser planteado aquí es que lo pertinente no es comparar los dos regímenes de verdad o si el psicoanálisis o las neurociencias dicen lo mismo, más bien se trata de diferenciar los dos planos: el de la objetividad científica por un lado, y el de la objetalidad del psicoanálisis.
Este terreno de la objetividad científica y sus efectos es menester recordarlo permanentemente, ya que el objeto a y el síntoma (esas formas de objeto en las que aparece el sujeto para la clínica), no son nada más que interrogaciones que surgen del efecto de la ciencia sobre el modo de producción del sujeto y del régimen de sus certezas.
No olvidemos que el psicoanálisis opera sobre el sujeto que retorna de la exclusión – forclusión – que del mismo hace la ciencia, para su desarrollo.
El tema es la pretensión de sutura que el modelo del consumo asegura, o la apuesta a la apertura – interrogaciones decíamos - que  la consideración de la objetalidad  propicia.
En este sentido podemos terminar comentando cómo Lacan parte también del vacío que produce la caída de la soberanía paterna y del mundo regulado por leyes y valores estables.
El tema es que en el hueco que esa caída señala no ubica la ilusión de un completamiento funcional sino que instala lo que denomina padre real como señalando un punto de imposible entre el saber y las normas.
El desecho que la familia constituye no es eliminado por hiponopedia, sino que algo de los lugares del padre y de la madre no pueden ser eliminados, ya que no actúan como garantes sino como residuos.


La famosa carta a Jenny Aubry lo testimonia: La función de residuo que sostiene la familia conyugal (y a la vez mantiene) en la evolución de las sociedades, destaca lo irreductible de una transmisión, que es de otro orden que el de la vida según la satisfacción de las necesidades, pero que es de una constitución subjetiva que implica la relación con un deseo que no es anónimo.
De la madre se espera los cuidados que tienen que tener la marca de un  interés particularizado, así sea por las vías de sus propias carencias. Es una particularidad, no una madre universal.
El lugar del padre no se reduce a transmitir el falo, sino que da una versión de ese objeto a que señalábamos que retorna en la objetalidad para nuestra acción clínica, de un sujeto forcluido por la ciencia, constituyéndose en el que transmite no solamente una castración, sino que da una versión de dicho objeto como causa. Es el que hace de una mujer el objeto causa de su deseo.
Ante el avance desmedido de la eficiencia farmacológica, el residuo apuntado anuncia el valor del Nombre en un mundo donde el imperio tecnocientífico, lo transforma en una marca que no marca, impulsando a un goce que además es solamente metafórico, por la vía de un consumo anónimo.




[1] Rapoport,Judith y Ismond, Deborah: DSM IV Guide for diagnosis of Childhood Disorders. En  Infancia y DSM V: Nuevos nombres impropios de J. Vasen.
[2] Vasen, J.: La atención que no se presta, el mal llamado ADD.
[3] Duby, George. Historia de la Vida Privada.
[4] Vasen, Juan. Op. Cit.
[5] Vasen, Juan. Op. Cit.

viernes, 6 de agosto de 2010

Curso 2010, Agosto, Sintoma e Infancia


Sintoma e Infancia 

Laura Monczor

El tema que decidí tomar hoy tiene que ver con ciertas situaciones que se nos presentan a la hora de decidir tomar un niño en tratamiento.
Sabemos que la consulta por un niño viene siempre vehiculizada por un adulto: padres, escuela, pediatra, etc. Y el motivo de consulta tiene que ver con una situación de malestar, o bien padecida por el niño, o bien padecida por las personas o instituciones que se relacionan con el niño.
Desde ya, el primer trabajo es despejar acerca de quién va a ser nuestra intervención, si es pertinente un tratamiento, quien debe llevarlo a cabo. La segunda cuestión es dirimir si están dadas las condiciones para comenzar un tratamiento. P. ej. se dan situaciones de pedido o indicación de tratamiento por parte de la Defensoría a un niño abusado, cuando el abusador convive con el niño. Esta es una situación que es necesario resolver antes del inicio de las entrevistas.
Las entrevistas de admisión en el Hospital, o las primeras entrevistas en un consultorio, se tratan de eso: que estén dadas las condiciones para el inicio de un análisis. Y esa es nuestra primer intervención.
Propongo entonces que trabajemos en relación al niño y la familia, tomando en cuenta ciertas coordenadas que se nos presentan en la clínica de un modo que no es demasiado tradicional.
En segundo lugar, plantear algo de lo que podemos pensar en relación al síntoma en el niño.
Luego, siempre la consulta amerita un análisis? Qué parámetros podemos tomar para decidir?  Planteo una diferencia entre la consulta y el tratamiento. Cuestión del sujeto y el tiempo.
No repetiremos las coordenadas por las cuales el infans depende del Otro para su subsistencia, pero para trabajar en relación al niño, es algo que no vamos a perder de vista. Este Otro es vital en relación a los cuidados, pero es vital también en función de la constitución del SUJETO.
Este niño, está inserto en una familia, cuya función se ha ido modificando en torno al cambio de época, así como se han ido modificando también las presentaciones en torno de un niño que es traído a la consulta. Que un niño tenga o no efectivamente familia, no cambia las cosas en relación a la presencia de la familia, así sea por la ausencia (me refiero p. ej. a los niños que viven en un Hogar).
El hecho de que esté pensando en los cambios que se nos presentan en la consulta actual, tiene que ver con tener en cuenta que hay parámetros que tenemos que incluir en la consulta. P. ej.: en las entrevistas a padres: quienes son los padres, a quien se cita, que pasa cuando la consulta es vehiculizada por uno de los padres, qué consecuencias tiene eso en el niño, quienes son los referentes adultos, etc. O por ej., cuales son los recursos con los que contamos a la hora de tener que hacer una denuncia por protección del niño.
Un ejemplo sencillo que llevó varias entrevistas de admisión:
Hace un tiempo consulta una madre por un niño de 3 años. La madre, en franco duelo por la separación de su pareja, padre del niño. El motivo que la trae al consultorio es que el niño no habla bien, y llora cuando va a la casa del padre que vive con su propio padre que padece Alzheimer. Luego de dos entrevistas con la madre, quien no puede dejar de quejarse del padre del niño (que no se hace cargo, no se ocupa, etc.), cito al padre. Viene, enojado porque quien soy yo para citarlo para hablar de su hijo, el no acuerda con la madre en que el niño no está bien, y no va a concurrir ni consiente que el niño venga. Además, no va a permitir que la madre haga lo que quiera. Punto interesante éste… el niño parecía estar padeciendo cierta situación de angustia, la separación de sus padres había coincidido además con el control de esfínteres, cuestión que se le estaba dificultando. Le pido entonces a la madre un informe del jardín: hablaban de un progreso en el uso del lenguaje y entonces, en fin, porque no situar las cosas en su lugar y permitirle al padre tomar una decisión diferente. Estos desacuerdos frecuentes requieren que se maniobre en función de aquello que suponemos que dejará al niño menos entrampado en el conflicto de la pareja, aunque calculemos que el tratamiento en algún momento se impondrá  de todos modos. En ese sentido, sabemos que el malestar va a insistir, y que si no es vía los padres, será mediante la escuela, pediatra, etc, que podrá vehiculizarse la consulta.
De otro modo, hay derivaciones bien aceptadas por los padres, pero que nos cuestionan el porqué de nuestra intervención. Me consultaba una psicóloga de un Equipo de Orientación escolar, que le había pedido una docente de jardín que se derive a un nene de tres años. El motivo era que lloraba cuando veía al maestro de música y textualmente escribe en el informe que es una actitud INFANTIL. Una actitud infantil a los tres años?, pregunta la psicóloga del EOE …
Pero, retomando este último ejemplo, aparece en ciertos casos poca tolerancia a los tiempos y procesos propios de lo infantil: el acoso insistente de la pulsión, el acomodamiento a las situaciones nuevas, la angustia, etc. A este apuro por la “normalización” responde la medicalización y el sobrediagnóstico, situación cada vez más frecuente en la atención a niños. La psiquiatrización  de lo propiamente infantil no ha traído mayores resultados que la desresponsabilización de los adultos que rodean al niño. (también ej de Francia, ladrones de cubos y vigilancia en las escuelas). El peligro del sobrediagnóstico es lo que trabajábamos en la primer clase: la palabra queda reducida a un mensaje cifrado, el síntoma pasa a ser signo, y el nombre de la enfermedad, síndrome o cuadro otorga consistencia de ser al sujeto, pero congela el despliegue discursivo y por lo tanto el deseo.
Estas cuestiones se manifiestan conjuntamente con el hecho que Laurent plantea en relación a un cambio generado por la sociedad de consumo que genera la extensión de lo que él llama patologías de las acciones, a diferencia de hace 40 años atrás, que aparecían con más frecuencia las patologías derivadas de la prohibición. Dice que la figura del padre fue trastocada, y que hoy el padre se carga la culpa de prohibir. Hay una desautorización de la prohibición y también una desatención sobre la prohibición. Plantea que el alejamiento del otro deja al sujeto cada vez más sumido en el autoerotismo. Quienes encarnan para el niño el Otro, también están desorientados. Y se escucha en el consultorio:“Poner una penitencia???”. En este sentido se solicita a la escuela que una chica de 13 años no chatee hasta las tres de la mañana!!!!! O al analista que le explique a la niña de 11 que no debe contestar mal a sus padres…
(C. Soler plantea que, cada vez hay más síntomas que conectan al sujeto con un goce al margen del lazo social. O sea que sustraen al sujeto de su relación con el semejante, en beneficio de una goce cerrado sobre sí mismo. En realidad, dice, todos los síntomas están determinados por el discurso, no están fuera del lazo social, lo que cambia es su relación con el goce.)
Laurent plantea en la misma línea la cuestión de la violencia, señalando la soledad del niño frente a su propia violencia, cuestión propia del ser humano. Plantea que antes  se los mandaba a la guerra, y ahora se los manda a la escuela. El problema es que las instituciones, e incluye dentro de las instituciones a la familia, tienen problemas de autoridad: no hemos sabido inventar los rituales apropiados que ayuden a los jóvenes a encontrar salidas que no sean autodestructivas, a hacer algo con esa violencia propia del ser humano.
Lo que es notorio cuando recibimos a los niños y adolescentes es la soledad en la que están inmersos:
Recientemente, llega a consulta un chico de 14 años. Dejó la escuela, “que no sirve para nada”, está en su casa todo el día, y el padre le planteó que vaya al taller mecánico a trabajar con él, aunque ahí no hace nada. Pero le pagan… Los padres han realizado consultas desde sus 6 años, por cierta fobia. Pero dice él que los psicólogos no sirven para nada. Lo que me interesa es que en la entrevista a los padres se escucha un desconcierto, un no saber qué hacer, un dejarlo hacer lo que quiera, por impotencia el padre, y se soslaya cierta “comodidad” en la madre. Esto agregado al hecho de que, que un chico deje la escuela no conmueve a la escuela tampoco, sino más bien se saca un problema de encima. La soledad de este chico es notoria. Soledad en términos de que no haya un mandato  al menos al que oponerse, un ideal con el que pelearse, y en este caso particular, no hay lugar en el deseo.
 Entonces, como decía al principio, por un lado nos encontramos con la consulta que en el caso del niño es una consulta de los padres. Nuestro trabajo en las primeras entrevistas será definir si esa consulta, implicará necesariamente un tratamiento.
Entonces, partamos de la idea de que el SINTOMA del sujeto es una respuesta (tal como el síntoma está situado en el grafo del deseo), una respuesta que aporta significación a la falta del Otro.
Particularmente en el niño, dice Lacan en las Dos notas…, esta respuesta es tal en función de la pareja parental, vale decir, de la madre en tanto su deseo está articulado con el Nombre del Padre. O sea, cuando hablamos de síntoma en el niño es porque la metáfora paterna está operando. Esto que no es una obviedad en ningún sujeto que nos dispongamos a escuchar, en el niño es fundamental, ya que no es que todas las operaciones constitutivas del sujeto se dan de entrada, sino que se requiere del TIEMPO. Un tiempo que es diacrónico, aunque la estructura simbólica preexista al sujeto y sí esté presente de entrada.
Podríamos pensar que hay un Inconciente como discurso del Otro que está presente desde siempre, que no comporta el tiempo de estructuración, y un Inconciente, ese sujeto, que tiene un tiempo de aprehensión, incorporación, que implica los tiempos de lo real del campo biológico, madurativo, y los tiempos de institución de ciertas operatorias ( el fort da, la metáfora). Esto es lo que nos permite pensar en que una consulta porque un  niño de 2 años no habla, nos dice algo de la madre pero del niño sólo nos dice que hay que esperar.
El síntoma mismo es además metáfora: es la sustitución de un significante por otro.
Pero no creamos que los niños que nos llegan presentan necesariamente síntomas: inhibiciones, angustias, fobias, impulsividad, forman parte de las consultas cotidianas.
Ej: Z, de 9 años, dice que está triste porque sus padres se separaron. Y llora… Además en la escuela se pelea con sus compañeras de modo tal que siempre que hay un conflicto, aunque sea de otras, ella queda en el medio.
Los padres, en franco reproche uno al otro, le cuentan a Z, cada uno por su lado, eso que le reprochan al otro (dinero, etc). Sobre todo su madre. Z escucha, cuando la convocan o cuando hablan por teléfono, etc.
En un momento de su análisis Z relata un sueño: dos hermanitas y sus papás van en auto que choca y mueren las dos nenas de 3 y 5 años. Chocan con un camión que no vieron porque iban peleando.
El quedar en medio de las peleas se recorta, y comienza a aparecer la cuestión de lo que le afecta, no la separación sino las peleas de los padres que no cesaron ni aún separados. Con las amigas se alivia. Esto es lo que produce a veces el situar las cosas en su lugar:” no es con ellas, ni es conmigo, cosas de grandes”. Por supuesto que el dejar de estar en el medio le implica perder un lugar gozoso en relación a estos padres…
Es justamente ese el efecto de un análisis.
Ahora, no todo padecimiento en el niño se sitúa a nivel del síntoma. La infancia es el tiempo del cuerpo, tiempo en que la pulsión se presenta excesiva, traumática. Lo pulsional requiere por parte del niño un gran trabajo psíquico: la insistencia de la pulsión implica desorganización y angustia. La tensión agresiva, la excitación y la ebullición pulsional crean un desorden excesivo, que se va ordenando, apaciguando mediante la palabra, enlazándose a un discurso. Es el despliegue de la palabra lo que articula la pulsión a significantes, enlace apaciguador. A los niños es necesario prestarles palabras ya que “lo conciente no ha adquirido aún todos sus caracteres, todavía se halla en pleno desarrollo” (Freud).
Entonces, recibimos niños con un sufrimiento que no habla, que no llega a ser síntoma. Otros con perturbaciones graves, imposibilitados de jugar porque la ficción creada por el acceso al lenguaje les es inaccesible, y que por lo tanto la palabra que frena la intensidad de la pulsión hay que construirla.
(Se descontrolan los agujeros del cuerpo, no hay contención, etc..)
Por ese acceso paulatino a lo simbólico,en un primer momento, previo a lo que Freud llamó período de latencia, los síntomas en los niños se presentan con más frecuencia en relación al cuerpo. En ese momento, pensar el síntoma como una formación sustitutiva se reduce, dado el escaso número de significantes con los que el niño cuenta, por lo que la angustia tiende a enmarcarse como padecimiento corporal.
Nuestra intervención tiene que ver con el poder hacer con el exceso, modularlo en la transferencia, que la cantidad se atempere y se transforme en cualidad. Es un tiempo de imponer la espera y de poner (no imponer) palabras, jugando, hablando, dibujando.
En los tiempos del todo ya, de la impaciencia, de las soluciones rápidas, de la falta de tiempo, nuestra práctica nos debe provocar el hecho de tomarnos y darle a nuestros pacientes, el tiempo de despliegue que nos permita tener el material suficiente para poder intervenir adecuadamente.
T tiene 6 años. Los padres consultan por sus enojos ruidosos, escándalos y berrinches. T quiere ganar. Dicen sus padres que es un niño dulce e inteligente, perceptivo, cariñoso. Excepto cuando pierde. El mundo de las reglas se ha vuelto demasiado exigente para T, pero eso lo deja solo, porque quien va a querer jugar con un niño con el que “o gano o no juego más”. En la primer entrevista con T eligió dos juegos: al primero ganó y al segundo el azar jugó a mi favor. T se puso a llorar y no tuve forma de consolarlo: ni darle la revancha, ni jugar a otra cosa. Pensé que no iba a volver, pero lo vi una segunda vez. Jugamos a otro juego “Mentiroso”. Cuando perdí, T me preguntó: estás enojada?, -y, sí. –Ah, bueno, pero vos sabés mentir, no parecés enojada.-No, es que quiero seguir jugando… El Mentiroso es ahora nuestro juego de cabecera. Lo jugamos cada inicio de sesión y T mira mi cara para darse cuenta si le miento o no, y poder ganarme. Tiene una percepción asombrosa. Lo interesante es que él sí ha logrado escabullirse un poco y no quedar tan expuesto a la vista de sus pares y poder seguir jugando. Es un inicio. Veremos como continúa.


R es un niño, actualmente de 11 años, que se atiende en el Hospital hace varios años.
El motivo de consulta es que R se dispersa, no presta atención, le cuesta el lazo con los pares.
Atendido primeramente en el Equipo de Psicopedagogía, la profesional hace una derivación al Equipo de Niños.
R cuenta con su mamá y su papá, y es hijo único. La madre, interesada y conocedora del psicoanálisis, lidia con sus depresiones y delirios, que aparecen ante algunas situaciones vitales: nacimiento de R, muerte del hermano. El padre contiene la situación como puede, acompaña a R, arma estrategias para que R preste atención, cuida y quiere a su mujer.
Se realiza la derivación a una psicóloga del Equipo y R concurre entonces a los dos espacios de tratamiento. Y los padres también…
Una intervención de la psicopedagoga provoca la interrupción de ese espacio: les comunica a los padres que R padece alucinaciones auditivas. (película de Harry Potter).
Muchas veces, los niños que padecen cierta fragilidad en la estructuración de su YO, se identifican con facilidad a los otros, semejantes, campo de lo imaginario, haciendo un como sí, como si fueran el otro, tomando sus palabras y su tono. Este fenómeno es muy visible en los niños pequeñitos, que hablan de tú como en los dibujitos, etc.
Pero esta comunicación a los padres por parte de la profesional, que para esta madre en particular, hace diagnóstico, quiebra la relación transferencial en ese espacio. Qué hacer? La analista de R recibe ese malestar, y, a diferencia que en otros casos, se decide que continúe atendiendo a R.
R pregunta a la analista por su maternidad, y la maternidad de la analista es el motivo por el cual finalmente se deriva a R.
Lo tomo yo en tratamiento. Desconfiados los padres, me preguntan cual es mi posición acerca del diagnóstico de psicosis de R. Les explico que me parece inútil trabajar en este momento con cualquier diagnóstico, que lo que vamos a hacer es trabajar. Hay muchas cosas para sostener un tratamiento con R: acaba de cambiar a una escuela nueva y hay que ayudarlo. Hasta donde? No sé, no vamos a trabajar con un techo a no ser que ellos no acompañen el tratamiento en esta propuesta de trabajo. Aceptan. Hace un año y medio que estamos trabajando.
R se incluye muy bien en la nueva escuela, a la que no le preocupa el rendimiento de R, sino que no se haga amigos. Lo alojan, lo ayudan y R responde.
En las sesiones jugamos a distintas variantes del mismo juego: mientras charlamos. Algo del brillito fálico comienza a circular: quiere ganar, hace un chiste en relación a la sexualidad de un personaje de una película. Un chiste!!!! El chiste requiere que las leyes del lenguaje estén operando…
Cuando la madre tiene un brote, en medio de su inmensa tristeza, me muestra un libro sobre dinosaurios y me lee que los machos pelean por la hembra. Y dice: qué problemas traen las mujeres… Le digo que sí, que me parecía que en realidad su mamá le traía problemas.
Las intervenciones con R apuntan a que no quede sumido en la situación de la madre, sosteniéndola en su descompensación: no es lo mismo que R diga mi mamá es divertida, que mi mamá está loca, cuando hace una sopa con talco. Divertido es jugar, mirar tele, etc. Pero lo de la mamá no es una ficción, es una situación real.
Se orienta al padre en la importancia de que R sepa que su mamá hace locuras, luego de que en una sesión trabajamos la diferencia entre ser loca y hacer locuras. Yo ya sabía que en esta familia los diagnósticos no aportaban nada…
Hacia donde vamos? Hacia la posibilidad de R de construir una escena  que le permita posicionarse en la vida. No quedar atrapado en la escena de los padres: madre delirando, padre disfrazando. Que R logre armar los artificios que requiere el relacionarse con otros. No sé hasta donde llegaremos.

viernes, 11 de junio de 2010

Curso 2010, clase 11/6:Malestar y Pulsión.

Malestar y Pulsión.
Susana Sujarchuk




A partir de la presentación  del grupo Azulado y su trabajo en los bordes, con grupos que sufren la marginalidad social y la discriminación. Me interesa abordar en   nuestra reunión de hoy;  sobre el tema: malestar y pulsión dos ejes fundamentales   que  son necesarios para poder ubicar el discurso contemporáneo y sus consecuencias sobre los sujetos.
 
Estos ejes son a mi modo ver los que bordean: 
1- El problema de los lazos sociales
2- El problema de los afectos, es decir,  lo que podemos conceptualizar en el orden del amor.
3- Luego de desarrollarlos, los articularemos con la práctica  clínica con niños.
 
DESARROLLO DEL PRIMER EJE: EL PROBLEMA DE LOS LAZOS SOCIALES.
 
En el final de libro de Malestar en la Cultura, texto de 1930. Recordemos, estamos próximos al inicio de la segunda Guerra mundial y al ascenso al nazismo. Freud nos deja con este tema acuciante:
 
“He aquí, a mi entender, la cuestión decisiva para el destino de la especie humana: si el desarrollo cultural lograra y en caso afirmativo en que medida dominar las perturbaciones de las que proviene la humana pulsión de agresión y de auto aniquilamiento. Nuestra época merece quizá un interés particular en relación a esto. Hoy los seres humanos han llevado tan adelante su dominio sobre las fuerzas de la naturaleza que con su auxilio les resultará fácil exterminarse unos a otros, hasta el último hombre. Ellos lo saben, de ahí buena parte de su inquietud contemporánea, de su infelicidad, de su talante angustiado. Y ahora cabe esperar que el otro de los “poderes celestiales” el Eros eterno, haga su esfuerzo para afianzarse en la lucha contra su enemigo equivalente inmortal. Pero quien podrá prever el desenlace?
(En pie de página, una nota nos indica que la última frase fue agregada cuando fue notoria la amenaza que representaba Hitler en el poder)
 
En el discurso de Clausura de las jornadas sobre Psicosis infantil convocada por Maud Mannoni; Lacan plantea: ”El factor de que se trata es el problema más ardiente de nuestra época, en cuanto ella ha de ser la primera en soportar el cuestionamiento de todas las estructuras sociales por el progreso de la ciencia. Es aquello con lo cual tendremos que ver y siempre de un modo apremiante, no solo en nuestro dominio de psiquiatras, sino tan lejos como nuestro universo se extienda: la segregación….
Más adelante agrega, como responderemos nosotros los psicoanalistas, a la segregación puesta a la orden del día por una subversión sin precedentes.”

Una nota del traductor (Yankelevich) interesante a tomar: Las consideraciones siguientes de la práctica humana de lo social son especialmente valiosas para poder tomar en cuenta la perspectiva siempre atenta de J. Lacan en lo referente no a lo social meramente, sino a lo constitutivo de sus observaciones acerca de lo social: las prácticas  y discursos que se alojan en su espacio y que son constituyentes de aquello que llamamos sujeto del inconciente.

 Colette Soler, en su libro: La maldición sobre el sexo: caracteriza  nuestra  época como una tendencia a la homogeneización, a la estandarización , a la reducción de la disparidad de los modos de goce.
Como respuestas a esta estandarización, como efectos de contragolpe a la estandarización.
Señala en primer lugar al RACISMO: Cuando más se homogeniza, más se rechaza hacia los márgenes, a todos los que no entran en ese proceso, o a quienes lo resisten. Azulado, en su trabajo mostraba de manera detallada, el problema cada vez mayor de la marginalidad,  el rechazo de los diferentes y la violencia interna en  el grupo de rechazados. En segundo término se  observa el desarrollo, la multiplicación de lo que pueden llamarse PROTESTAS O REIVINDICACIONES DE TODOS LOS PARTICULARISMOS. El Mercado homogeniza con todas sus fuerzas  y se admite la insurrección de lo particular dada con todas sus fuerzas, las respuestas particulares. Reivindicaciones que exigen conservar lo particular ejemplo hablar su idioma, conservar su religión, ascenso de los independentismos.
Tres: lo que  ubica como  PROLIFERACIÓN DE CONFIGURACIONES DISIDENTES DE GOCE. En otras palabras, el ascenso de nuevos síntomas en la configuración de goces como respuesta a la homogenización del discurso por el Mercado, goces disidentes de lo igualitario.
Cuales son los caminos hoy ofrecidos para hacer  diferencia  con el montón: el camino mas común hoy en día  es la hazaña, la fascinación por quienes llegan a los extremos, en los mas variados ámbitos: desde lo deportivo, televisivo, hasta incluso en las atrocidades colectiva
No es el Otro que no existe es el Otro que existe como goce, que puede todo incluso llegar más allá de los limites fálicos.
Por otro lado subraya que paralelamente a la homogenización de los goces, nuestro siglo fue testigo de la aparición de una tolerancia en el plano sexual antes impensable. Hoy se admiten prácticas que hace treinta años hubieran indignado a cualquier padre de familia
Y agrega que la ideología que domina a la época como limite único y fundamental es la ideología contractual
Ya no solo a nivel del contrato de trabajo, sino de la intimidad y especialmente de la sexualidad. Todo está permitido, si se está de mutuo acuerdo.

DESARROLLO DEL SEGUNDO EJE: EL PROBLEMA DE LOS AFECTOS, LO QUE PODEMOS CONCEPTUALIZAR EN EL ORDEN DEL AMOR

Me interesa subrayar este punto: Este tipo de recurso; la ideología contractual e igualitaria no trabaja a favor de la sexualidad, puede invadir el sexo pero no trabaja a favor del Eros  porque no se orienta hacia la diferencia.
La regulación contractual de nuestra época milita en cierta forma a favor de una neutralización de la Alteridad del sexo y en consecuencia en contra de los mitos del amor.
Ya no tenemos paradigmas de ideal de amor, ni de ideal del Otro.
Tenemos amores sin modelos, amores sin modelos, algo nuevo en la historia. Y la autora dice ya no tenemos modelos del amor y puede quizá pensarse como algo afortunado, porque podemos inventarlos caso por caso.
Los amores sin modelos son amores a merced de los encuentros.
Cuando los lazos sociales se fragmentan y se fragmentan al extremo en un movimiento que parece inexorable, podemos preguntarnos si la exigencia de amor no pone límite a esta fragmentación.
En este punto la propuesta del grupo Azulado se muestra muy interesante. Tomando en cuenta la fragmentación social, surgió en la reunión, una pregunta en relación a la violencia que se genera dentro del grupo y el robo  a los coordinadores. Respondieron casi espontáneamente, que lo que evita la violencia es que se generen  lazos de afecto. Subrayaban; que son los participantes, los integrantes del grupo quienes ponen tope a la violencia por los afectos que se crean y no por una ideología contractual.
También  una de las participantes docentes contaba  que su estrategia para con los alumnos era que escuchen en su  clase música de bailanta o cumbia; para que puedan estar en silencio y trabajar. No el silencio impuesto y para no dejar dudas decía:” los maestros que no pueden pensar en estas cosas se quedan afuera, no entienden nada de lo que sucede!”.
 
Volviendo a Colette Soler planteamos una nueva pregunta: Qué luz hecha el psicoanálisis sobre los amores modernos?  Amores sin modelos. Lacan en Televisión, se refiere a un nuevo amor. El psicoanálisis promete aportar una novedad en un campo que es el del amor “cosa inaudita” agrega la autora.
Cuando leemos que el psicoanálisis aporta al final un Nuevo amor, nos inclinamos a pensar que hay que esperarlo, pero nos equivocamos. El nuevo amor que habría en estos textos de Lacan, es el amor de transferencia.
‘Por eso la transferencia es el amor, un sentimiento que asume allí, una forma tan nueva que introduce la subversión en ella’’
En qué es nuevo este amor: a causa de un nuevo objeto que se atribuye, el sujeto supuesto saber, en la forma del analista.
De este modo el psicoanálisis promete un ‘’nuevo amor’’, porque promueve, promete ‘’el objeto psicoanalista”
Más adelante en el mismo artículo  Soler dice: ”ES INAUDITO, UN AMOR CUYO RESULTADO VA A SER LA  PRODUCCIÓN  DE SABER, jamás se vio algo así; al margen del psicoanálisis: UN AMOR QUE NO AL FIN SINO PASO A PASO, PRODUCE UN SABER Y CON ELLO DEMUESTRA UN REAL PROPIO DE LA EXPERIENCIA ANALÍTICA.
Entonces, decimos,  un amor que produce un saber no al final, sino paso a paso.  Un saber sobre lo que podríamos ubicar como la relación de cada sujeto con lo más intimo, con lo que llamamos su goce. EN TÉRMINOS DE FREUD, CON LA SATISFACCIÓN  PULSIONAL EN LA QUE ESTÁ COMPROMETIDO SU SÍNTOMA.
Entonces, no se trata en el psicoanálisis, siguiendo a Miguel Bassols de una acción directa en la gestión de la ‘res publica’,  una gestión que debe valer para todos (aquí se diferencia el psicoanalisis con otras prácticas), sino, por decirlo así, de una acción sobre la ‘’res privata’’, una acción uno por uno sobre la cosa más intima y particular: EL OBJETO CAUSA DEL DESEO.
 
 ARTICULACIÓN CON LA PRÁCTICA CLÍNICA CON NIÑOS

Cómo pensar entonces, la transferencia y la relación al saber en el psicoanálisis con niños.
Qué lugar para el amor, en la articulación pulsión y deseo.

 Continuemos, Freud vincula la instauración del super-yo, a la ANGUSTIA FRENTE A LA PERDIDA DE AMOR.
Apoyarnos en los desarrollos de Freud en el Malestar en la Cultura nos es esencial para aportar precisiones en relación a la estructura.
Planteamos en este sentido que hay diferencias en la intervención del analista en la infancia en el antes y el después de la instauración del súper yo. Estas diferencias se articulan con la conceptualización de una neurosis de la infancia y una neurosis infantil propiamente dicha.
En el texto Freud plantea la distinción entre súper yo y conciencia moral por un lado y conciencia de culpa por el otro. Solamente podemos hablar de conciencia moral cuando se ha instaurado el súper
 Va a decir, que la inclinación agresiva es una disposición pulsional autónoma y originaria del ser humano. La cultura encuentra en ella su obstáculo más poderoso. Entonces el problema está en la pulsión de muerte. Con el súper yo, la pulsión de muerte es introyectada, interiorizada pero reenviada a su punto de partida y vuelta hacia el propio yo.
Ésta promete ejercer contra  el yo la misma severidad agresiva que el yo habría satisfecho de buena gana con los otros individuos.
 
Bien, cómo se instaura el súper yo?
Se descubre que por el desvalimiento y dependencia de los otros, su mejor designación seria: ANGUSTIA FRENTE A LA PERDIDA DE AMOR .
Si se pierde el amor del otro, de quién se depende se queda desprotegido frente a diversas clases de peligros, también frente al peligro que este ser hiperpotente le muestre la superioridad en forma de castigo.
Aquello por lo que uno está amenazado es por la pérdida de amor, es preciso evitar la angustia por la pérdida de amor.
Sólo sobreviene un cambio importante, cuando la autoridad es introyectada por la instauración del súper yo, en el fondo únicamente allí se puede hablar de conciencia moral y sentimiento de culpa.
Al súper yo nada puede ocultarse, esto refleja la severidad del súper yo cuando el sujeto es más virtuoso.
ENTONCES PRIMER PUNTO PARA NUESTRA PRÁCTICA CON NIÑOS: ORIGINALMENTE LA  RENUNCIA PULSIONAL ES CONSECUENCIA DE LA AUTORIDAD EXTERNA. SE RENUNCIA A LA SATISFACCIÓN PARA NO PERDER EL AMOR.
Luego; pese a la renuncia  consumada, dice Freud, sobreviene un sentimiento de culpa y esta es la desventaja económica de la implantación del súper yo o formación de la conciencia moral.

SECUENCIA TEMPORAL: primero, renuncia pulsional  como resultado de la angustia
frente a la agresión, frente a la autoridad externa que desemboca en ANGUSTIA FRENTE A LA  PERDIDA  DE AMOR  que protege de esa agresión primitiva.
 Segundo,  instauración de la autoridad interna Renuncia de  pulsional a consecuencia de la angustia frente a ella. ANGUSTIA DE LA CONCIENCIA MORAL. En este caso se iguala acción y propósito malo de ahí la conciencia de culpa y necesidad de castigo.
Entonces, una idea propia del psicoanálisis: el vínculo entre el súper yo y el yo es el retorno desfigurado por el deseo, de  vínculos objetivos y real entre el YO TODAVIA NO DIVIDIDO Y UN OBJETO EXTERNO.

SUBRAYAMOS: LA DIFERENCIA ESCENCIAL CONSISTE QUE LA SEVERIDAD  ORIGINARIA NO ES , O NO ES TANTO LA QUE SE HA PLANTEADO DE PARTE DEL OBJETO O LA QUE SE LE HA ATRIBUIDO, SINO QUE SE SUBROGA LA PROPIA  AGRESIÓN HACIA ÉL
La agresión vengativa del hijo es comandada por la pretendida agresión punitiva que se espera del padre.
Ahora bien, la experiencia enseña, que no necesariamente la severidad del súper yo desarrollada por un niño es necesariamente espejo de la severidad recibida.

A pie de página hay en el texto indicaciones precisas:

1) Un padre decididamente blando, indulgente ocasionará en el niño la formación de un súper yo hipersevero porque ese niño bajo la impresión de amor que recibe no tiene otra salida para su agresión que volverla hacia adentro.
2) El niño desamparado y educado sin amor (volvemos a la experiencia de Azulado) falta la tensión entre el yo y el súper yo, toda la agresión puede dirigirse hacia fuera.
Entonces, la conciencia moral severa es integrada por dos influjos: la frustración pulsional que desencadena agresión y la experiencia de amor que vuelve la agresión hacia adentro y la transfiere al súper yo.
Ahora dice Freud vislumbramos las cosas con claridad, la participación del amor en a génesis de la conciencia moral y el carácter inevitable del sentimiento de culpa.
Cuando una aspiración pulsional sucumbe a la represión, los componentes libidinosos se transforman en síntomas y sus componentes agresivos en sentimiento de culpa.

LUEGO DE ESTE RECORRIDO DISTINGUIRIA DOS TIEMPOS CLAROS, DIFERENCIADOS EN EL TRABAJO Y EN LA PRÁCTICA ANALÍTICA CON NIÑOS.

Un tiempo de la neurosis de la infancia, como reacción directa al trauma, tiempo de  ebullición pulsional, de  excitación , de  tensión agresiva (vuelvo a los diagnósticos de ADD), tiempo donde se necesitan las palabras que articulen la pulsión al discurso. Donde la transferencia posibilite que  el saber anude cuerpo y lenguaje. Tiempo de pérdida de goce vía el lenguaje, donde las ficciones y el como sí se vuelvan posibles. Diríamos donde la represión no termino de constituirse, y se hace necesario el trabajo con los padres para poder ubicar que lugar ocupa el niño en la fantasmática parental Que el niño pueda tomar la palabra y se reconozca en su decir. Donde las escenas, las ficciones, los dibujos y juegos tienen  función como lugar de inscripción, para hacer con el exceso y que la cantidad se transforme en cualidad no sin perdida.

Y otro tiempo: el de la neurosis infantil propiamente dicha.
 A este propósito, para ilustrar, ubico una viñeta clínica: Los padres de Felipe consultan por una constipación crónica de su hijo de diez años de edad. Les oculta  que no va al baño y termina manchando, muchas veces, su pantalón. Este es padecimiento que cuentan los padres Felipe plantea en todo caso su sufrimiento desde otro lugar: se siente agobiado, con cara tensa y ojos angustiados, relata entre lágrimas, que todo le sale mal; los compañeros lo cargan, la madre lo reta cuando no le sale una tarea “tengo que ser perfecto, no puedo cometer ningún error” sino alguien me va a castigar: la maestra, mi mamá. Su dibujo, espontáneo, se anuda a sus palabras: hace un campamento de entrenamiento de soldados. Iba a hacer una ciudad, pero le salió un campamento de entrenamiento de soldados.
En este punto se trata de dar lugar, en transferencia, al que viene a quejarse de su pobre vida. Pero que en apariencias es  pobre , como diría Francoise Samsson,  sino que esta llena y quizá demasiado llena, demasiado cargada de esos objetos a los cuales el sujeto está fijado y de los cuales extrae un goce. Tiempo, siguiendo la indicación de Freud, que se trata en la tarea terapéutica, de combatir al super-yo y rebajar sus exigencias.