El juego de la Pulsión
Laura Monczor
Pulsión y juego son dos conceptos
propios de la clínica con niños. Intentaremos hoy articular como se presentan.
El niño, si bien está en relación al
campo del Otro desde antes de nacer, lo simbólico es incorporado en un tiempo diacrónico. La apropiación por parte del niño del
universo significante, no es un hecho que esté dado de entrada, e implica
tiempo y determinadas operaciones. Un
tiempo que implica la subjetivación, la constitución del sujeto
Entonces, podríamos decir que no
solamente hay presencia del discurso sobre el cuerpo del niño, sino también de
la erotización del cuerpo por parte del otro.
Por la prematuración biológica que es
propia del cachorro humano, el infante necesita de modo vital del otro de los
primeros cuidados para poder sobrevivir, tanto de su presencia, de la lengua,
como de la maniobra sobre el cuerpo: alzarlo, llevarlo, interpretar por qué
llora, etc. Esta maniobra es absolutamente necesaria para la supervivencia; no
es algo que se pueda evitar, y tiene consecuencias
sobre el niño. Pero para que sea posible la construcción de la propia escena en
la infancia, lo que abre la posibilidad
de producción del deseo del sujeto, se requiere de ciertos límites, que algo
quede excluído de la escena.
Retomando lo que Luis trabajó acerca
del trauma en su clase, recordemos que en “Más allá…”, lo que va a hacer Freud es relacionar el trauma con la
pulsión de muerte. Va a homologar el proceso de la neurosis traumática al
proceso de la neurosis ordinaria, pudiendo entonces pensarse la marca traumática como algo
constitutivo. Posteriormente En “Moisés y el monoteísmo”, dice que el trauma es
una experiencia en el cuerpo o bien algo visto u oído, que también involucra al
cuerpo. Son marcas que acontecen cuando el acceso del niño a lo simbólico es
escaso, y está ahí hablando de las vivencias traumáticas tempranas, cuando no
ha incorporado aún el universo simbólico.
Cuando el niño incorpora más elementos del orden simbólico, cuando ya no
son niños pequeños, el efecto ordenador
de la palabra permite apaciguar el
desorden pulsional, que en un comienzo es excesivo. Entonces ahí ya vemos que
el trauma queda ligado al exceso de pulsión.
En ese sentido, lo infantil implica
momentos lógicos de subjetivación, tiempos en el que el cuerpo está a la
delantera, y la pulsión insiste y acosa “el orden” que la palabra instaura.
N la infancia, la pulsión se presenta
excesiva, traumática. Lo pulsional requiere por parte del niño un gran trabajo
psíquico: la insistencia de la pulsión implica desorganización y angustia, que
se va apaciguando mediante la palabra,
enlazándose a un discurso. Es el despliegue de la palabra lo que articula la
pulsión a significantes.
Entonces, recibimos niños con un
sufrimiento que no habla, que no llega a ser síntoma. Otros con perturbaciones
graves, imposibilitados de jugar porque la ficción creada por el acceso al
lenguaje les es inaccesible, y que por lo tanto la palabra que frena la
intensidad de la pulsión hay que construirla.
Por ese acceso paulatino a lo
simbólico, en un primer momento, previo a lo que Freud llamó período de
latencia, los síntomas en los niños se presentan con más frecuencia en relación
al cuerpo. En ese momento, pensar el síntoma como una formación sustitutiva se
reduce, dado el escaso número de significantes con los que el niño cuenta, por
lo que la angustia tiende a enmarcarse como padecimiento corporal.
Pero entonces, como hacer discurso de
eso que el niño nos muestra? Desborde pulsional, peligro interno, apariciones
de lo Real, peligro externo: la muerte, la obscenidad, la relación de los
padres, etc.
Como velar los peligros, para que la
angustia no tome el cuerpo?
Como hacer discurso de aquello que no
se puede nombrar?
Cómo se despliega el discurso en el
niño?. El juego es el modo discursivo privilegiado en la infancia. Es el juego
lo que en un principio, permite poner un coto a lo Real. Velar el goce de los
padres que los objetaliza.
La escena lúdica está armada con
materiales de distinta índole: palabras, relatos, objetos, pero para que esa
escena se pueda armar, es necesario que algo que de por fuera: lo Real, lo
obsceno, el goce, la sexualidad adulta.
Pero en el análisis de un niño el
cuerpo es el personaje principal, por mostración o por inhibición, cómo desplegar
entonces un discurso, que permita armar un relato que lo aloje en un deseo y
vele el goce?
El niño carece de los medios
simbólicos, del universo significante, para que las palabras se impongan como
mediadores entre la sexualidad y la angustia: el juego es lo que permite
instalar esta instancia mediadora ante lo Real, para el sujeto.
Vamos a pensar al juego como la construcción
de la escena propia de un sujeto, escena que articulará para ese sujeto por un
lado, la posición desde donde se vinculará con los objetos, y por otro lado, en
su insistencia en la repetición, el juego implica la intención de “dominar” la
pulsión en juego, ligando ésta a siginificantes.
Estamos pensando entonces al juego en
el dispositivo analítico, no como el juego placentero propio del niño, ni
pedagógico, ni recreativo ni terapéutico, sino el juego en transferencia, vale
decir , escena de juego de la que el analista también forma parte.
Entonces, que quiero decir con el juego
como construcción de la escena del sujeto?
La constitución del sujeto en el campo
del Otro, implica que algo quede por fuera, algo que no es simbolizable, para
lo que no existen significantes que lo representen. El acceso a ese Real, es
siempre partir de la estructura que nos
provee el universo simbólico, que no es igual de uno a otro y que tiene la
característica de ser particular de cada sujeto. Podríamos decir, que en el
mundo humano, no hay adecuación de una verdad a los hechos objetivos, sino que
la verdad es única para cada sujeto. Por
eso Lacan habla en el Seminario X, de un primer tiempo, “Hay el mundo”,
inaccesible para nosotros. Entonces el
acercamiento del ser humano al mundo está siempre mediado por el marco que le
da su propia escena: segundo tiempo, que es lo que me interesa, y es “la escena
que es el lugar donde el mundo se monta”. Lo Real para ser historia, tiene que
estar sometido a las leyes del significante. Para ser accesible al sujeto, el
mundo debe montarse en una escena. Que el mundo esté montado, construido,
hablado, en la escena es el único modo de que nos sea accesible.
Y cómo se arma ese montaje?
En Construcciones, Freud se pregunta
qué material nos ofrece el analizante y dice que “es material de muy diversa
índole: jirones de recuerdos…., ocurrencias durante la asociación libre,
retoños de afecto”. Se trata de restos, dice D.R , algo visto, algo oído, algo
vivido, así se construye la escena. El recorte de ese “algo” cae del lado del
sujeto, eso es lo que lo hace particular y lo saca del lugar de la
determinación absoluta.
Entonces, planteamos que esta es la escena constitutiva del sujeto,
y estamos diciendo que el juego en el niño implica el establecimiento de esta
escena, escena que por un lado funcionará de borde, de marco de lo Real, y que
a la vez lo vela. Es una escena que está entonces sometida al las leyes del
significante, que en ocasiones se interrumpe o no se instala como tal.
En “Personajes psicopáticos en el
teatro”, (1905), Freud plantea que el hecho de ser espectador del juego
dramático ( obra de teatro) significa para el adulto lo que el juego para el
niño. Dice: “ el actor del drama le posibilita al adulto la identificación con
un héroe, y al hacerlo, le ahorra algo que el espectador sabe: esa promoción de
su persona al heroísmo no sería posible sin dolores, ni penas… Bien sabe que
posee sólo una vida, que podría perder en uno de esos combates contra la
adversidad.” Pero, “es otro el que está ahí y se trata sólo de un juego que no
puede hacer peligrar su seguridad personal”. El actor no corre ningún riesgo.
Lacan va a plantea en el seminario XII
que “el juego es un sistema cerrado, donde lo propio, aunque esté enmascarado,
es una regla que está excluida del juego, prohibida: ese punto es lo Real”.
Entonces, para que el juego sea
posible, para que la escena lúdica se instale, es necesario que el riesgo, lo
Real, la sexualidad adulta, quede por fuera. La intromisión del goce adulto
trae como consecuencia la imposibilidad del jugar.
Y el exceso interno, traumático también?
Lo pulsional? La sexualidad infantil? El juego hace cadena, liga, permite
articular la demanda y por ende que se articule el deseo. Es una escena que va
a producir para el sujeto una pérdida, ya que el juego tiene sus reglas,
un inaccesible, como no puede ser de
otro modo en el mundo del lenguaje. Una de las cuestiones necesarias para que
el juego se instale, es que el niño pase de ser jugado en la escena adulta a
jugar su propia escena. (Ej del niño que jugaba a la luna de miel de su mamá ).
La otra cuestión necesaria es que el niño ceda algo de su goce autoerótico, ya
que desde el momento en que el juego implica la constitución de reglas, implica
necesariamente el lazo con el Otro y con los otros.
El juego varía según el momento del
niño: del fort-da, al juego dramático y luego al reglado, tienen que producirse
operaciones que no están dadas de entrada. La posibilidad de perderse para el
Otro, del engaño al Otro, el chiste y la introducción a la lógica fálica que
introduce la competencia, son momentos distintos del sujeto. Pero en cada uno
de esos momentos, el juego en análisis, en transferencia, posibilita al niño no
quedar atrapado (siempre y cuando el analista funcione como tal), en el goce
del Otro, e ir armando los modos de relación con los otros.
Es desde el juego mismo que el analista
interviene, y forma parte del juego. Es responsabilidad del analista no hacer
de ese niño que juega un objeto, objeto de fascinación, de rechazo, de
aburrimiento, y permitir que el sujeto con su discurso, comiencen a
desplegarse, que algo de la vivencia comience a inscribirse como historia y que
se abra el espacio para la producción de la novela familiar.