"Nadie sabe lo que puede un cuerpo" B. Spinoza.


Frecuencia: semanal

Clases teóricas: obligatorias

Práctica hospitalaria: optativa

Bono contribución por la totalidad de la cursada: $100



viernes, 1 de junio de 2012

4ª Clase: Angustia y constitución subjetiva



Angustia y constitución subjetiva: entre marca y pérdida.

Luis Sanfilippo y Marina Carreiro

Las primeras concepciones freudianas sobre la angustia y las últimas tienen en común vincular la emergencia de la angustia con un problema económico, con un exceso de excitación que no puede ser tramitado psíquicamente. Ese monto se presenta por fuera del campo de las representaciones. La angustia, en sentido estricto y a diferencia de otros afectos, se presenta sin poder ser vinculada al campo representacional ni en relación a su emergencia ni en relación a su tramitación. De ahí que, cuando ella ya no está y aparece un relato sobre el episodio de angustia, no es sencillo ubicar qué elemento la suscito. De ahí que el aparato psíquico parezca desvalido frente a una cantidad que irrumpe y que no puede ser ligada ni tramitada por los mecanismos de defensa que conforman la neurosis. La angustia (esa que no se limita a ser una señal sino que se desprende automáticamente) parece señalar un borde, un límite para el funcionamiento neurótico; señala un monto de excitación que se presenta como imposible de ser tramitado por ese aparato psíquico en particular.
Si la angustia se presenta por fuera del campo de representaciones (o señala el límite donde éste se encuentra con una imposibilidad), se entiende que la fobia sea un modo de tramitar esa cantidad, pues acota el desprendimiento de angustia a la emergencia de una representación (o un campo limitado de ellas). Modo primero y precario, pues esas marcas representacionales, si bien recortan espacios a habitar y espacios a evitar, no garantizan plenamente la pérdida de ese exceso. Por el contrario, su irrupción amenaza permanentemente. Hay una marca, pero esa no parece alcanzar a inscribir esa pérdida. Si bien hay una tramitación, cada vez parece repetirse un mismo fracaso (en la desaparición plena de la angustia).
¿Cómo pensaba Freud la intervención respecto de la angustia? Al principio, proponía suscitar la descarga adecuada (coito), pero si no se modifica la posición en la que se entra en la escena (recordemos que Freud hablaba del coitus interruptus como principal factor etiológico), nada garantizaba que no vuelva a emerger el mismo exceso. Hacia el final de su obra, frente al desarrollo automático de angustia, suponía la tarea previa de ligar la excitación al aparato, para luego poder tramitarla. En términos metapsicológicos, eso suponía aumentar las investiduras del sistema, generar ligazones más fuertes entre los elementos para que esa excitación no logre irrumpir. Es cierto, si se refuerzan las tramas representacionales, la angustia desaparece; pero no se resuelve, si los elementos siguen ordenados del mismo modo, con su mismo punto de imposibilidad.
El seminario X de Lacan, podría pensarse como el intento de pensar, con otras categorías, el problema económico delineado por Freud en torno de la angustia. Para poder precisar ese problema y, a partir de esto, una intervención analítica, se vuelve preciso introducir una serie de nociones que Lacan utiliza en su curso.
Partamos de la idea de que se habita el mundo a partir de una escena (43). Como en el teatro, una escena supone un guión, una trama significante que construye personajes, imágenes, significados que cobran realidad en el interior de la misma. Esa trama determina lo que en el interior de ese marco será posible, pero esto tiene límites: no todo será posible en ella; algo queda por fuera de ella. La escena es una ficción, pero que delimita la realidad de quienes habitan en ella. Es una historia que circunscribe la posición que cada quien ocupará en ese trama que es el mundo; determina el modo, más o menos fijo, en que cada quien se vincula con sus semejantes y con la Alteridad. Si lo que el Otro quiere podría resultar incierto y angustiante, la escena le otorga una respuesta que circunscribe su posición frente a ese deseo. Por eso, las referencias a la escena, son para Lacan en el seminario X, un modo de cernir la función del fantasma. Sobre todo, en relación a la angustia: si la escena se sostiene, si el fantasma opera, no nos encontramos con la angustia.  
Pero, como dijimos, la escena tiene límites. En la medida que constituye un marco que delimita un mundo habitable y posible, también supone puntos de imposibilidad: aquello que no va a ser posible en ella. Para que la escena se sostenga, esos elementos imposibles dentro del marco, han de ser dejados por fuera de ella.
Lacan grafica este punto a partir del esquema óptico (49). Dentro del marco (la escena) generado por el espejo plano (que representa a los significantes del A) es posible ver la ilusión de una imagen unificada i’(a), que se constituye por identificación con otra imagen i(a). Este esquema le sirve para abordar el narcisismo freudiano, que supone el investimento libidinal reversible entre ambas imágenes (entre objeto y yo), es decir, la idea de vasos comunicantes. Se sabe que en el plano de la imagen, algunas (incluyendo la del yo) adquieren un valor preferencial, nos atraen, se convierten en un objeto estimulante. Sin embargo, no es sencillo ubicar qué es lo que la vuelve deseable, qué le otorga ese brillo (109) que nos mantiene fascinados, que genera para cada uno una función de captación (55). Ese brillo no se ve: falta a la imagen. El mundo de las imágenes, cuyo ordenamiento depende de marcas significantes, supone un orden de falta. Es lo que Lacan escribe –fi sobre la ilusión de las flores.
Ahora bien, esa falta está conectada con una presencia en otro lado, con un monto de investimento libidinal que no pasa por la imagen. Como la escena, la dialéctica del narcisismo tiene un límite. Hay un resto que opera como reserva libidinal que no entra en el narcisismo (49) (no todas las pulsiones parciales se unifican e invisten con libido al yo). Más acá de la imagen, Lacan ubica la presencia del a (51), la presencia del objeto que, por faltar en el marco de la escena, permite el sostenimiento del deseo. A ese objeto, que funciona como una reserva libidinal, que no se proyecta a la imagen, Lacan lo vincula con el autoerotismo, con un goce autista (55), un goce que no se liga ni a lo imaginario especular ni a la trama significante. Ese objeto condensador de goce es el que queda debe ser extraído de la escena para que ésta se sostenga. Perdido, causa el deseo; cuando no está perdido, cuando irrumpe en el marco de la escena, cuando algo suscita su presencia, entonces emerge la angustia.
En la primera parte del seminario X, Lacan trabaja el fenómeno de la angustia a partir de lo unheimlich freudiano. Lo ominoso, angustiante emergería cuando algo aparece en el lugar destinado para la falta (-fi), cuando algo se presenta y toma el valor del objeto que debería faltar, cuando se carece del apoyo de la falta (63). Entonces, la imagen especular se fragmenta y es difícil sostenerse en el marco de la escena.
Si esto se entiende, me gustaría situar tres cosas:
Primero, el cuerpo de la angustia: es un cuerpo ausente cuando la imagen especular (el cuerpo unificado del narcisismo) se sostiene. Es la dimensión del cuerpo fragmentado (vinculado a elementos cuantitativos que debemos vincularlos al cuerpo pero que están por fuera de las tramas representacionales del aparato psíquico funcionando bajo el principio del placer).
Segundo, una diferencia que Lacan sitúa con el Freud que intenta limitar la angustia a una señal (no tanto con el Freud que reconoce la posibilidad de una angustia automática). Para Freud, la angustia podría limitarse a una señal frente a la amenaza de una falta, a la pérdida del objeto. Para Lacan, la angustia surge cuando el objeto no falta. El ejemplo que pone es el de la madre que le está todo el tiempo encima. Pero tampoco hay falta cuando no hay conexión entre la posición del sujeto y la falta en el A: cuando el sujeto no le (hace) falta al A. La próxima clase, creo que Marina trabajará justamente dos casos de fobia infantil con estas modalidades aparentemente opuestas.
Tercero, si la angustia es planteada como la presencia en el marco de una escena de un objeto que debería faltar, de un goce que debería ser extraído de ella y que sin embargo se presenta, Lacan también va a plantear algunas coordenadas que no son la de la angustia, pero que podrían ser pensadas como intentos de hacer algo con ella, o mejor, con el exceso que las suscita. 88 Actuar es arrancar a la angustia su certeza, es operar una transferencia de angustia. Frente a la certeza angustiante de la presencia de un objeto imposible de tramitar, el acting out (la escena sobre la escena) o el pasaje al acto (la caída de la escena) pueden ser vistos como intentos fallidos de volver a introducir un orden de falta. En ese seminario, Lacan trabaja varios ejemplos clínicos (ej, joven homosexual, frente a mirada del padre, tirarse del puente; 159: margaret Little: no ser causa para el deseo de los padres: entonces cleptomanía).
Me interesa empezar a situar la intervención. En Margaret Little, una intervención interesante: paciente viene angustiada por fallecimiento de un amigo de los padres. Ansta interpreta (dando significados vinculados a la relación transferencial) y nada, más angustia. La angustia cede cuando le dice: no entiendo lo que le pasa pero me da pena. Intervención no sobre el paciente sino sobre la misma posición del analista: se barra, introduce falta en relación a la posición del sujeto. “Permita al sujeto captarse como una falta, que no podía hacerlo en relación con los padres.”
Después de trabajar Margaret Little, Lacan introduce una modificación a la formula de la división subjetiva (176):
A         /           S          Goce  
a          /           /A        Angustia        
$                                 Deseo

La angustia se ubica en un tiempo previo al deseo, es anterior a la constitución del sujeto como deseante. Pues, para que haya sujeto, es necesario en el A la marca de una falta donde el sujeto habrá de alojarse, y es necesario producir la pérdida de un goce (constituir al objeto como pérdido para que pueda causar el deseo). La angustia es un tiempo previo a la cesión del objeto (351).
En otras palabras, podremos definir el tiempo de la angustia en relación a una falta que no termina de inscribirse, y  a un objeto que no termina de perderse. Y, a partir de esto, pensar la intervención analítica en relación a lo que Lacan llama corte. Un corte es doble: supone la escritura de una marca y, en relación con ella, la producción de una pérdida (de ese exceso que venimos situando desde Freud).
Sin marca (que permita fundar otra escena, ordenar los elementos de otra manera, modificar la posición del sujeto), la angustia puede disolverse (de hecho, es lo que pasa cuando alguien vuelve a hablar tras angustiarse) pero no se resuelve. Sería equivalente a uno de los problemas que ubicábamos en Freud: una descarga pero que no cambia la posición en la que alguien entra en escena.   
Sin pérdida, la continuidad de la trama representacional, de las ficciones que se puedan tejer, es lábil: una y otra vez se repite el mismo fracaso en tramitar ese exceso (se suspende el juego, se corta el relato). Es lo que ocurre cuando logramos desangustiar por la vía de recomponer el relato, relanzar el juego sin lograr que quede excluido ese goce (porque seguimos jugando el mismo juego).  
Las coordenadas de la intervención analítica se inscriben entonces entre la inscripción de una marca (que funde una nueva escena) y la producción de una pérdida.
Por último, eso perdido es definido por Lacan como una parte del propio cuerpo. Se trataría de una separtición (256): se pierde un goce que supone una dimensión del cuerpo que quedará ausente de la escena y de la imagen especular. El ejemplo paradigmático es el nacimiento: correlativo a la constitución de un /A en falta, el niño por venir pierde la placenta. Para Lacan, hay allí un corte que se da entre el niño y sus envoltura, entre el sujeto por venir y el a, perdido desde entonces.

Material clínico sugerido:
http://www.elsigma.com/hospitales/palabras-desnudas/12356