"Nadie sabe lo que puede un cuerpo" B. Spinoza.


Frecuencia: semanal

Clases teóricas: obligatorias

Práctica hospitalaria: optativa

Bono contribución por la totalidad de la cursada: $100



viernes, 12 de septiembre de 2008

Curso 2008: La tranferencia en la clínica con niños (09-2008)


La tranferencia en la clínica con niños
Sara Wajnsztejn
                    

La transferencia es el modus operandi  del psicoanálisis, resorte de la cura y principio de su poder.
 La conceptualización lacaniana de la transferencia es, en realidad, freudiana, aunque obviamente conlleva algunos cambios, característicos de su estilo de transmisión. Para Lacan, su fundamento es el Sujeto Supuesto al  Saber, ausente en Freud.  En el Seminario XI[1], dirá que éste es el pivote de la transferencia.
   Freud utiliza el término transferencia en la “Interpretación de los sueños”[2], planteando cómo el sueño se apodera de los restos diurnos, los recuerdos de lo que ocurrió el día anterior, y les da un valor distinto, una significación diferente.  Dichos restos son formas vaciadas de sentido que el deseo del sueño inviste de un significado  nuevo.
    Freud habla de transferencia de sentido, de desplazamiento. El deseo se infiltra, utiliza formas muy ajenas a él, se apodera de ellas y las carga con una nueva significación. Se trata de disfraces del deseo inconsciente que se expresan apoderándose de las representaciones más anodinas; se desplazan desde lo reprimido hacia una representación que, por su banalidad, se hace aceptable para la conciencia.
    Esta primera concepción freudiana de la transferencia es un principio general: el deseo se apodera de formas errantes, que nada valen por sí mismas.
Son formas significantes a las que el deseo proporciona un significado diferente y nuevo.  A decir verdad, es este el proceso general de las formaciones del inconsciente: el deseo se enmascara y se aferra a significantes vaciados de sentido.
    A partir de “Dora”[3], Freud dará una significación precisa de la transferencia, dirá que se produce cuando el deseo se aferra a un elemento particular de la persona del analista, al  significante del analista.
    La transferencia es un fenómeno ilusorio, imaginario, es el momento en el que el deseo del paciente se apodera del analista,  que imanta las cargas liberadas por la represión. No hay exterioridad del analista  al  inconsciente del paciente.
    No existe en psicoanálisis relación de exterioridad como en la observación psiquiátrica.  El analista forma parte de la economía psíquica del paciente.
    El surgimiento de la transferencia en la cura es testimonio del inconsciente.
Lacan dirá: “La transferencia es la puesta en acto de la realidad sexual del inconsciente”[4]. Permite ver el funcionamiento de un mecanismo inconsciente en la actualidad misma de la sesión.  La aparición de la transferencia señala que los procesos inconscientes han sido activados y presenta, al mismo tiempo, un segundo aspecto: es un obstáculo para la cura.
    En el SeminarioXI, y en relación con el inconsciente pulsátil, Lacan plantea la ambigüedad de la transferencia: el análisis se hace en cierto sentido gracias a la transferencia y en otro, a pesar de ella.
    En “Recuerdo, repetición y elaboración”[5], Freud dirá que con el psicoanálisis, todos los síntomas del paciente adquieren una nueva significación: significación de transferencia.
    Entonces, el síntoma se dirige al Otro, es un mensaje dirigido a él. El analista se coloca en el lugar hacia donde se dirige el síntoma, es su receptor esencial. El lugar que le debe a la transferencia le permite operar con el síntoma.
La transferencia hace su aparición cuando la repetición triunfa sobre la exigencia de recordar y de verbalizar que formula el analista (pide, mediante la asociación libre, la rememoración). La transferencia opone la repetición al recuerdo.
¿Cómo pensar esto en la clínica con niños?
En un niño una serie de procesos están en curso, por lo tanto no podemos hablar de repetición, en el sentido de un adulto, en relación a una subjetivación acabada de la estructura.
 Obviamente no me refiero a la repetición del fort-da, juego trabajado por Lacan en muchas oportunidades; causado por la ausencia de la madre. Tengamos presente que porque al niño se le habla, juega al fort-da. El juego hace palpable la alternancia estructural: presencia-ausencia, más-menos, par-impar. Es la repetición en acto: “del niño que juega al sujeto que se constituye”.
En la infancia se trataría entonces, de puntos de tropiezo, de detención sobre un recorrido que se está construyendo, inacabado diríamos.
La repetición en el pequeño sujeto se ubicaría más como insistencia de una pregunta.
Estos puntos de tropiezo, de interrogación tienen relación con el lugar particular que se le atribuye al niño en el mito familiar, con los significantes familiares.
No podemos desconocer que es en primer lugar, a nivel del discurso sobre el niño donde además de ser señalado su lugar, encontramos algunos significantes de importancia.
En este sentido, el decir de los padres es un saber textual a descifrar.
El inconsciente es un saber textual, que se hace aprehensible a través de sus formaciones.
Es función del psicoanálisis interpretar ese saber para poder abrir las vías del deseo y modificar la economía de goce de un sujeto.
El sujeto grita a través de su síntoma, el lugar de verdad que ocupa en el deseo parental.
El descubrimiento de Freud, se asienta en que de esa verdad, su registro debe tomarse “a la letra”, es decir, debe considerarse ante todo como hecho de sintaxis, pues esos efectos se ejercen del texto al sentido, lejos de imponer su sentido al texto.
No sostener esta posición es sustituir este saber textual por un saber de referencia teórico, al respecto Jose Attal dice que esto es creerse freudiano solamente a la manera en que Freud respondía a Juanito que “mucho antes que él viniera al mundo, él ya sabía que habría un pequeño muchacho que amaría de tal manera a su madre… ”. El ya sabido de antemano podría hacernos confundir en el punto de no ocupar el lugar de supuesto saber, sino de sapiente.
En la posición del niño, sea como síntoma de la pareja parental, como objeto plus de gozar, etc., el saber textual se encuentra situado en un doble nivel: en el niño, pero también a nivel de los padres o de uno de  ellos, en el discurso que sostiene sobre el niño.
Esto hace necesario una doble escucha para el analista. ¿Cómo no ver la imposibilidad de conducir una cura con un niño no queriendo saber nada del discurso que se tiene sobre él, no solamente al principio, sino a largo de todo su despliegue?
 ¿Cuáles son las consecuencias éticas que entraña la relación con el inconsciente tal como lo descubrió Freud?
El análisis comenzaría bajo la exhortación de un “vere dictu”; que la verdad enuncie su veredicto.
Entonces, el inconsciente es un saber; pero a construir.
Es un hecho de experiencia clínica ver que este lugar del niño es perfectamente modificable en la fantasía parental, en la medida que los padres no están puestos “fuera de juego”, y que algo se analiza también con ellos.
Desde el punto de vista de la transferencia, esta puesta en juego de los padres instituye al analista en un doble lugar: es el SSS para el niño, porque es SSS para los padres.  
El analista que trabaja con niños, soporta una doble transferencia, lo cual nos lleva a escuchar no solamente al niño, sino al discurso que se tiene sobre él.
En la Conferencia 34, de “Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis”, Freud dirá: “Cuando los padres se erigen en portadores de la resistencia, a menudo peligra la meta del análisis o este mismo, y por eso suele ser necesario aunar al análisis del niño algún influjo analítico sobre sus progenitores”.
En la misma conferencia, en otro momento planteará que con los niños la transferencia desempeña otro papel que en el análisis con los adultos porque los progenitores están presentes.
Podríamos pensar esos momentos de tropiezo, como una detención en relación a transferir a los padres alguna circunstancia determinada, tal como lo plantea Eric Porge en “La transferencia a la cantonade”.
La neurosis sobreviene en el niño cuando este proceso se interrumpe. El mencionado autor dirá que los padres no pueden soportar la transferencia y en el punto de desfallecimiento del saber en ellos, surge el SSS incorporado en el niño.
El niño se hace depositario de un saber oculto, supuesto, que el analista tiene que descubrir.
Porge retoma el texto de Juanito, donde éste le comenta a su padre que si algo es permitido de ser pensado, ¿por qué no decírselo al profesor? para afirmar que este es un diálogo a la cantonade, es decir, entre bambalinas; se habla en alta voz pero a nadie en particular.
Cuando se produce entre un niño y sus padres una imposibilidad de comunicación de este tipo, el analista está llamado a restablecerla. La transferencia con el niño será al modo de “una transferencia indirecta que aspira a sostener la transferencia sobre la persona que se demostró inepta para soportarla”.
La transferencia a la cantonade, supone una transferencia indirecta contemporánea al establecimiento de un lazo de transferencia sobre un progenitor en el punto en que este desfallece.
La posibilidad de restablecer esta transferencia dejará al niño posibilitado de hacer su neurosis, pudiendo hablar a la cantonade, subir al escenario.
También Porge destaca que las intervenciones en relación a los padres, son tan importantes como la intervención con el niño mismo y afirma que una de esas intervenciones es tan simple como cerrar la puerta del consultorio.
Considerar la posición del niño como de llamada, la diferencia de la dimensión de la demanda parental. Privilegiar esa dimensión, apunta a transformar la queja de los padres en discurso, donde el infante aparezca relatado. (A. Varela, Paradojas en la infancia)
En relación al análisis de la transferencia amorosa niño-analista, nos encontramos con un límite.
El niño no puede tener acceso a la misma porque no tiene acceso a lo que en y por el encuentro sexual, lo pone en la determinación de la fórmula “no hay relación sexual”. Esta fórmula no se confunde de ninguna manera con la prohibición del incesto, prohibición que tal como la teorizó Freud se despliega en el campo de una relación sexual entre padres e hijos. Pero la prohibición no está sobre el mismo plano que lo imposible de la relación sexual.
Freud, en “El esclarecimiento sexual del niño” planteaba que antes de la pubertad, el niño es un ser completo en el orden del amor, exceptuando la aptitud para la reproducción.
No solamente está exceptuado para la reproducción, sino que también está exceptuado de un saber: “no hay relación sexual”. No saber que suplen las teorías sexuales infantiles.
Para concluir, me parece que podríamos pensar la transferencia con el niño como una zona intermedia, como decía Freud entre la enfermedad y la vida y tomando a Winnicott en su conceptualización de los fenómenos transicionales, en el punto que se trata de un espacio-experiencia compartida: “zona intermedia de experiencia” la llama, donde no se discute la diferencia interior – exterior, y el objeto en juego a lo largo del tiempo se abandona, pero no se llora; queda no tanto olvidado como relegado al limbo.
 Es un hecho que la dimensión depresiva está ausente en el niño al final de la cura. Esto es lo que le permite pasar de la dimensión de la pertenencia a la existencia.


[1] Lacan, J.: “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, El Seminario, Libro 11,  Paidós., Barcelona-Buenos Aires- México, 1999.
[2] Freud, S.: Óp. cit., Tomos IV y V.
[3] Freud, S.: “Fragmento de análisis de un caso de histeria”, Tomo VII.
[4] Lacan, J. : El Seminario, Libro 11, Óp. cit.
[5] Freud, S.: Óp. cit. Tomo XII.